Creo que se cumplen ahora 25 años de la muerte de uno de los grandes futbolistas tinerfeños de la historia. Se llamaba Segismundo Del Pino, pero todo el mundo lo conocía por Tito. Una vez lo fichó el Cádiz, cogió un barco, llegó por la mañana a la Tacita de Plata, le entró la morriña, abordó el mismo barco que zarpaba por la tarde y regresó al Puerto de la Cruz. No le dio tiempo ni de firmar el contrato. Criado en la entraña de La Ranilla, era hijo de José María, pescador. A su viuda, Yaya, octogenaria, le encantaría descubrir el rótulo de una calle dedicada a su marido. Y a mí me gustaría verlo. Una vez, durante un partido del Trofeo Teide en el campo de El Peñón, Pedro De Felipe, ex central internacional del Real Madrid que entonces jugaba en el Español, le propinó un codazo que le abrió a Tito una ceja. El futbolista portuense lo citó en el cuarto de queso del córner y le hizo dos túneles seguidos. Fue su respuesta a la agresión, entre el delirio del público. Tito Del Pino se desempeñaba como ayudante de camarero, me parece, en los inicios del turismo de masas. Su pasión era el fútbol. Jugaba riéndose del contrario, hacía piruetas con el balón en los pies. Era un superdotado y tenía un ídolo: Di Stéfano, que vino al Puerto en su homenaje. AS le dedicó la contraportada, con un artículo mío y la foto de ambos maestros del fútbol. Tito Del Pino debería tener una calle en los alrededores de El Peñón, en su barrio de La Ranilla. No importa que sea modesta, pero él es también historia viva de este pueblo sin memoria. No más promesas con Tito Del Pino, sino acción: concesión de una calle a un hijo ilustre del Puerto de la Cruz.
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