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Mencha, la mujer que ‘cura’ con las plantas

Eulalia Luis Domínguez corta el susto y el mal de ojos con rezados, tiene una sabiduría sobre hierbas medicinales y sus usos y ha sido una salvación para muchas madres cuando sus bebés lloraban
‘Doña Mencha’ recita una poesía de su autoría que saca de una enorme caja en la que guarda todos sus escritos y cuadernos, dedicados a diferentes temas y personas. | Fran Pallero

Mencha’ ha sido y es una verdadera salvación para muchos vecinos de La Guancha. Ella siempre sabe cuál es la planta que va bien para el mal de estómago, para el insomnio, y la más adecuada para ayudar a expulsar las piedras del riñón.

El jardín de su casa es una verdadera farmacia natural en la que enormes orquídeas de diversos colores conviven con macetas con distintas especies de hierbas, algunas casi desconocidas, con las que prepara sus “agüitas sanadoras”.

En realidad se llama Eulalia Luis Domínguez pero nadie en su pueblo la conoce por ese nombre, puesto “en herencia” por su madrina que se llamaba igual. Para sus vecinos es, simplemente, Mencha, a la que acuden muchas madres porque sus bebés no duermen bien o lloran mucho.

Les pide una prenda, visualiza al pequeño y lo santigua. “¿Tú crees que se le quitó?”, le confirman al día siguiente.

Su juventud fue dura porque nació en la posguerra. Como la mayoría de las familias de esa época, tenía falta de ropa y comida. Y más aún al estar conformada por siete hijos, tres varones y cuatro hembras. Ella y su hermano mellizo Juan eran los más pequeños. “A mí no me tocaba nadie”, asegura, porque él siempre la protegía.

Mencha es natural del barrio La Florida, en Icod de los Vinos, al límite con La Guancha, donde vivía su esposo, con quien tuvo cuatro hijos, dos varones y dos hembras.

Fue a la escuela primaria pero estuvo poco tiempo porque en su familia había que trabajar. Sus padres sembraban la finca de un hombre que también era propietario de una heladería y con el que trabajó durante mucho tiempo. Años después, fue el padrino de su boda.

También iba al monte buscando pinocha pero no fue allí donde aprendió las propiedades de cada planta. “Eso le nace a uno”, sostiene.

Muchas cosas las asimiló del libro que le regaló una señora a la que sanó de una quemadura de sol en media cara. Se sintió mal y fue al médico, pero no le daba la solución y alguien le dijo que ‘Doña Mencha’ sabía cómo hacerlo y acudió a ella sin dudarlo.

Tardó varios días, porque para sacar el sol los días tienen que ser impares y logró quitárselo.
Como no quiso cobrarle -porque nunca lo ha hecho- la señora le regaló un libro que había comprado en el Teide que contiene “de todo”. Otros secretos los escuchaba de los relatos de la gente o los iba descubriendo poco a poco, ya que siempre le gustó preguntar.

‘Mencha’ explica una por una las propiedades de cada hierba. El toronjil, por ejemplo, es muy bueno para la sangre, corta el susto, el aire, el mal de ojos y la culebrilla. “Cortar la culebrilla es sencillo, es coger una mata, preguntar qué mal le cortas, y después va el rezado. Cuando termina, se la ofrece al santo al que tenga más devoción”. En este caso, la planta que prefiere es la hierba mora y los santos que elige son la Virgen de la Salud y el Cristo de la Columna.

Después hay otra “hierbita” que se conoce como “tabaibilla”, que al partirla desprende una especie de leche blanca. “Esa sirve para curar las verrugas, te pones unas gotas, lo dejas un rato y desaparecen”.

La celidonia es muy buena para la pitiriasis alba, una especie de eczema conocida popularmente como empeine.

Ella cree que muchas veces “es mejor un remedio natural que una medicina, y también creer. Si tú crees, no hay nada difícil de curar”, sostiene. De hecho, no recuerda si hubo alguien a quien no haya podido ayudar.

Es conocida porque ha “resucitado” hasta plantas, a las que también le hacen mal de ojo. “La planta se seca y si sabes el nombre de la planta, la llamas por su nombre, y si no lo sabes, la llamas planta. El rezado es muy similar al de las personas”, puntualiza.

Una vez un hombre “medio sabio” le dijo que sus rezos valían más porque era gemela “y tenía la fuerza de dos.” Ella no puede confirmarlo.

Las mismas habilidades que tiene para curar con hierbas las tiene para escribir. Un día estaba en la azotea, vio que al Teide nevado le daba el sol “y que parecía un cristal”, y se dijo a sí misma: “Qué bonito que está”, y le escribió una poesía. Fue la primera y la conserva enmarcada.

Sus hermanas siempre decían refranes y a ella siempre le gustaron, igual que los chistes: “Tengo escritos sueltos y cosas de mi madre que aprendí, que no era poeta pero le gustaba mucho un cantar”. A su padre también, pero se los inventaba. Había un chico que la pretendía a su hermana mayor y él recitaba: “Hay un bobo en el partido que no se sabe quién es, enamorado perdido enamorado dándole sebo a los pies”.

Muestra orgullosa una caja llena de papeles y cuadernos escritos de su puño y letra. “He ido perdiendo un poco la memoria por eso todo lo que se me ocurre lo escribo”, añade.
Ella es consciente que tiene muchas faltas de ortografía porque “en aquellos tiempos”, solo bastaba con saber las letras y escribir su nombre. Por fortuna, tiene a sus nietas que “le echan una mano” en esta tarea.

Pasados los 60 años sacó el graduado escolar. “Me había quedado esa espinita”, confiesa. Lo hizo “corriendo”, porque tenía que atender la casa, a sus hijos, y ayudar a su esposo que tenía una carnicería, “pero yo me buscaba el tiempo”. Tras la pandemia, la tuvieron que operar de las dos rodillas y ya lo dejó.

Desde su fundación participa en la Asociación de Poetas Canarios Universo, un movimiento cultural, nacido en el 1983 que siempre colabora con las fiestas de La Guancha en honor de la Virgen de El Rosario, de la que es devota desde muy joven.

También hizo sus pinitos en el teatro junto con ‘Nina’, una amiga que ya falleció y con la que formaba un dúo especial. “Ella era mi padre y yo la hija, fuimos a un montón de lugares. No ganábamos nada, solo divertirnos, y como mucho, nos daban una comida. Una vez actuamos en Icod y como Nina y yo nos teníamos que sacar la pintura, tardamos más y no nos dejaron comida”, cuenta con una sonrisa.

Llegó hasta trabajar en dos oportunidades en La azotea de Calero, el mítico programa de TVE en el que el periodista y presentador Juan Luis Calero se subía a la terraza de cualquier barrio, pueblo o ciudad de Canarias para contar historias de los protagonistas del lugar.

Mencha se lució en dos oportunidades con sus chistes y anécdotas. Quienes la conocen, afirman que cuando va a la peluquería ameniza a las clientas con sus chistes.

Cumplirá 83 años el 12 de febrero y conserva la picardía y el buen humor. Cuando se le consulta los personajes que interpretó contesta: “de mandona”, y se ríe.

Le escribió una poesía a un profesor de inglés que tuvo en la escuela de adultos; a la mujer guanchera, “que es corta pero bonita”; a la Virgen del Rosario, a la que tiene tiene como ejemplo; y se atrevió con la riada que asoló a Santa Cruz de Tenerife en marzo de 2022.

La pandemia de COVID 19 no impidió que siguiera haciéndolo, todo lo contrario. Eso sí, todavía no encontró la hierbita que cure el coronavirus o ayude a mitigar sus consecuencias.

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