Es absolutamente imposible ser justos, y al mismo tiempo satisfacer a todos los gustos, al tener que elegir un único misterio por cada una de nuestras ocho islas. Es por ello que, como medida de contención de daños, haré trampas y, en vez de un único asunto por isla, optaré por sugerir un lugar por cada ínsula, un enclave en el que confluyan varios enigmas y hechos insólitos. En conjunto, constituyen un extraordinario ejemplo del rico patrimonio mágico del Archipiélago, diversificado hasta el punto de permitirnos contar con ejemplos de todo tipo de misterios, leyendas, tradiciones esotéricas e historias heterodoxas, tal y como he podido reflejar durante los años en mis libros, especialmente en la Guía Mágica de Canarias, que en estos días llega nuevamente a las librerías.
Montaña Amarilla (La Graciosa)
Comencemos por La Graciosa y su Montaña Amarilla. Por tradición, se contaba que, en algún punto de esta montaña, había un tesoro escondido, un vestigio de cuando este trozo de tierra sirvió de refugio a corsarios y piratas. Asociada a esa fortuna, se decía que, hasta hace poco, existía una críptica señal que marcaba la ubicación de la mismas, así como que luces errantes eran vistas por el lugar, interpretadas como las almas de aquellos que escondieron el tesoro, o bien de las víctimas a las que se les arrebató.
Sin embargo, una curiosa historia que va camino del olvido es la que relaciona a la isla y su montaña con un episodio de encantamiento recreado por el poeta italiano Torcuato Tasso. Lo hace en la Jerusalén Liberada, poema épico que data de 1579, y en el que, según Leonardo Torriani, el autor hablaba de la isla al referirse a un lugar protegido por sortilegios. En el relato, el guerrero cruzado Reinaldo es raptado por amor por la bruja y reina Armida, bella dama que lo traslada a un refugio preparado con magia en las Islas Afortunadas.
Para Torriani y otros autores, la localización específica de dicho retiro no es otro que La Graciosa, elegido por Armida para vivir eterna y libremente su amor. El lugar es custodiado por un dragón y un león, haciendo también brotar una fuente cuyas aguas, al ser tocadas, inducen una risa irrefrenable que termina provocando la muerte.
El círculo de esta conexión se cierra cuando se comprueba que la Montaña Amarilla, posiblemente el edificio geológico más singular de La Graciosa, parece haberse llamado primigeniamente Montaña Armida.
Vegueta (Gran Canaria)
Las calles de la populosa Vegueta, en plena capital grancanaria, están plagadas de misterios. A los supuestos espectros de los monjes que supuestamente merodean el Palacio de Justicia, se suman los de la Casa de Colón, inmueble donde se conserva una copia a tamaño real del enigmático mapa de Piri Reis, del que se dice que describe de manera anticipada América y que representa también a San Borondón.
A poca distancia se sitúa la Catedral de Santa Ana, orientada a los solsticios, con evocadoras esvásticas grabadas por los canteros en sus sillares interiores, y un cuerpo incorrupto expuesto al público, el del obispo Buenaventura Codina. Por debajo del templo, el Real de Las Palmas, el lugar en el que una misteriosa mujer, por tradición la mismísima Santa Ana, indicó a Juan Rejón que fundara la ciudad en 1478. Y unas calles más arriba está el Museo Canario, con su sugerente colección de pintaderas e ídolos isleños, además de su fabuloso archivo con los documentos de la Santa Inquisición.
La Fortaleza de Chipude (La Gomera)
La extraordinaria Fortaleza de Chipude, en Vallehermoso, para muchos la mítica Argodey, es, sin lugar a dudas, uno de los enclaves de poder y magia más importantes, puede que el más, de la isla de La Gomera. Hoy sigue siendo un referente, una visión que conmueve y nos sitúa con facilidad en la mentalidad que lo consideró sagrado. La arqueología ha confirmado dicha condición con el hallazgo de recintos culturales en los que, además de cremaciones de animales, seguramente se hacían observaciones del cielo, algo que la tradición gomera ubica en la Cueva de San Blas, incrustada en la montaña.
San Juan era una fecha señalada para ello, pero puede que no la única. René Verneau habló de las ceremonias al ver las estructuras en el último cuarto del siglo XIX, pero bastante antes lo había hecho José Fernández Prieto, sacerdote de Chipude, quien directamente observó la pervivencia de dichas prácticas en 1774. Próxima al lugar está la Vega Abajo, en cuyos parajes, desde un pasado difícil de precisar, se observa una misteriosa luminaria que la tradición vincula a un alma en pena y a un tesoro oculto.
Iglesia de Pájara (Fuerteventura)
En mi opinión, el mayor misterio de esta increíble isla es su afamada Luz de Mafasca, cuyo brillo cautiva a las gentes de Antigua y Betancuria desde hace siglos. Sin embargo, optando por otro misterio alternativo, remito al lector a la Iglesia de Nuestra Señora de Regla, en Pájara, un templo cristiano con una portada ante la que es imposible no sentir desconcierto. Data de la segunda mitad del siglo XVII y presenta una asombrosa simbología que, en primera instancia, tenderíamos a catalogar como no cristiana, pero que, según se ha defendido, interpreta los símbolos y emblemas que codificó Cesare Ripa en su Nova Iconografía.
En cualquier caso, este autor no inventó nada, sino que se nutrió de fuentes también herméticas y las hibridó en un contexto católico. Dos figuras con penachos que recuerdan al arte precolombino miran hacia una central, situada sobre una extraña estructura circular que recuerda una flor de loto. Esta figura tiene alas y un tocado de plumas, evocando a una de las representaciones más conocidas del zoroastrismo persa, el faravahar. Dos leones ascienden hacia esa figura, animales solares vinculados con el poder, la valentía, la realeza y la vigilancia de los espacios sagrados.
Serpientes de dos y cuatro cabezas que tal vez evocan a la mítica hidra, y dos complejos ouroboros, emblema del eterno retorno y de la condición cíclica de la naturaleza, que muestran a sendas serpientes que se muerden la cola. En el centro de cada una de ellas, se descubre un ouroboro menor, que rodean dos discos solares. Justo debajo, una estrella de ocho puntas y otra de cinco. En sus laterales, hay una forma que parece la luna en fase creciente o menguante.
El conjunto parece decirnos que todo en la naturaleza, en la tierra y en los cielos, es cíclico, sin fin. En la fachada, también vemos un óculo destacado que simboliza el sol, con ochos ejes o rayos en ligero movimiento. Otros discos solares completan el conjunto, junto a formas geométricas diversas, como un grupo de doce y otro de diez cuadrados, y un paralelepípedo sobresaliendo fuera.
El Paso (La Palma)
Afirmar que La Palma es una isla mágica resulta una obviedad, aplicable al conjunto de Canarias, pero hay que decirlo. Su universo de misterios es de lo más extenso, por lo que elegir El Paso como enclave para el asombro no deja de ser tan injusto como merecido. Allí, en Tacande, aún se mantiene contra todo pronóstico las ruinas de la casa del Alma de Tacande, el escenario del primer expediente X de la historia de España. En 1628, y por espacio de tres meses, la vivienda se convirtió en el foco de fenómenos paranormales provocados por un alma en pena, que requirieron de la intervención de la iglesia y el obispado de la época.
Se puede visitar con respeto y cuidado de no dañar lo que queda, de la misma manera que podemos situarnos en el llamado Pino de La Virgen, que, con sus 33 metros de altura y más de 800 años de vida, es el ejemplar conocido de su especie más longevo del mundo.
La tradición cuenta que un soldado de Alonso Fernández de Lugo encontró la talla en lo alto del pino, que hizo el prodigio de aumentar su peso para no ser trasladada. Con los años, se construiría una ermita para acogerla, aunque el árbol sigue canalizando admiración y devoción, además de estar presente en momentos clave de la conquista.
Es factible pensar que este ejemplar pudo contar con una consideración especial entre los benahoritas, tal vez un punto de culto. Finalmente, también desde el respeto, son visitables varias estaciones de petroglifos, como las del Lomo La Fajana y la estación de El Verde, en el Barranco de Tenisca.
Estar frente a sus representaciones es enfrentarnos al misterio, al enigma indescifrable de unos símbolos que debieron ser importantes para sus autores, tal vez conectados con sus creencias y lo sagrado. El municipio cuenta, de unos años para acá, con el Centro de Interpretación Benehauno, dedicado al centenar de estaciones rupestres distribuidas por su territorio.
Teguise (Lanzarote)
El casco histórico de este municipio es una verdadera maravilla, y es ahí donde buceamos en busca de misterios y apuntes insólitos. El más llamativo, abierto al debate entre quienes lo defienden y quienes dicen que no es real, es el del espectro de uno de sus más recordados alcaldes, Severino Bethencourt Ramírez. Dicen haberlo visto, de cuando en cuando, en la que fue su vivienda, especialmente donde antaño estuvo la bodega, con su regia figura vestida de negro y con sombrero. Una de las fachadas de la casa linda con la Calle El Duende, algo que no parece casual y que, tal vez, nos sugiere que la clave está en el lugar y no en la identidad de un espectro.
El pueblo también contaba con una Cueva del Duende, aunque no la hemos podido ubicar. Estos topónimos nos remiten a la creencia en estas criaturas, propensas a travesuras, como ruidos, voces y objetos desaparecidos o cambiados de lugar, seres que, en Teguise, se relacionaban con los niños que morían sin ser bautizados.
Juan Bethencourt Alfonso referencia, hacia comienzos del siglo XX, un lugar conocido por “donde Marcial León”, en Teguise, donde había miedos. Por carnavales, el pueblo acoge la fiesta de los diabletes, que en su origen tenían el aspecto de machos cabríos, y conecta con rituales ancestrales de fertilidad hábilmente sincretizados por los franciscanos. La villa también fue codiciada y atacada por piratas, con verdaderas masacres que han marcado su toponimia, como ocurre con el Callejón o Calle de La Sangre, junto a la Iglesia de Ntra. Sra. de Guadalupe. Allí, los lugareños acaban con 170 invasores en 1571 y mueren decenas de lugareños en otra incursión en 1586.
La Concepción orotavense (Tenerife)
La Orotava atesora notables misterios, y algunos de ellos pivotan alrededor de su iglesia de La Concepción. Allí vemos sus inquietantes gárgolas delanteras, y dos de corte sexual que discretamente pasan inadvertidas en la trasera. Evocan a ídolos antiguos, presentes en iglesias del Reino Unido, que, además de proteger los lugares, parecían simbolizar la fertilidad, como sucede con la Sheela na Gigs irlandesa. En su interior, hay muchas sorpresas, como los relieves de las grandes columnas, con triángulos contrapuestos y escenas de potente simbolismo hermético, compatible al cien por cien con la lectura católica, la Oración del Huerto con un cáliz que se derrama sobre una piedra cúbica, y el legendario Sueño de Jacob. Hablamos del descenso de la divinidad a la Tierra y el ascenso onírico a los cielos del ser humano. ¿Se levantó el templo sobre un antiguo lugar de poder o culto guanche? Imposible saberlo, pero nuestra intuición apunta a eso. Cerca de allí, el mausoleo masónico de los Jardines Victoria y, por encima, el aceite y la imagen milagrera de La Caridad, en la iglesia de San Francisco.
El Julan (El Hierro)
Completamos nuestro rápido, e inevitablemente incompleto viaje parando en El Hierro, la isla de los perlos, aquellos personajes que vaticinaban el tiempo, al parecer con la ayuda de astillas del mítico árbol del agua Garoé, y la isla desde donde con tanta frecuencia, se divisaba San Borondón.
El misterio y lugar que elegimos es El Julan, uno de los enclaves que mayor impacto nos ha dejado. Más allá del desafiante enigma que sus estaciones rupestres de corte primordialmente alfabético -Los Letreros y Los Números- han representado para la arqueología canaria, y aún hoy lo hacen, el lugar te envuelve y absorbe de una manera muy particular. Es muy subjetivo, sin duda, pero da la impresión de que fue elegido por eso, por el efecto que genera en quien lo visita con respeto, y además se predispone a conectar con el mismo más allá de lo sensorial. El tagoror, los concheros y las cuevas añaden atractivo, sin duda, pero es el paisaje volcánico, el mar y la rotunda soledad, la que lo convierten en especial. Sus grabados alimentan la curiosidad y eso, siempre, ha sido un regalo.