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Amaro Pargo, el corsario canario más famoso, benefactor social y de profundas creencias religiosas

Aunque los bulos sobre un inexistente tesoro alientan aún el expolio de algunas de sus más de 40 casas, cuando sus joyas se dispersaron entre sus herederos desde 1747, los expertos lo creen uno de los isleños más relevantes
Los destellos humanistas de Amaro Pargo contra la esclavitud
Ilustración de Amaro Pargo. DA

Ángel Pañalosa y Beatriz García, arquitectos técnicos y docentes jubilados del IES Geneto, en La Laguna, exigieron medidas, el pasado día 9, para evitar la sempiterna búsqueda de un tesoro inexistente en una de las muchas casas del célebre corsario lagunero Amaro Pargo (1678-1747). Un inmueble ubicado en Machado (El Rosario) y que, desde hace mucho, se halla en ruinas, pero es objeto de excavaciones y daños en busca de un cofre con joyas o similares tan mítico como atractivo en unas Islas, otrora, imanes para los piratas en las rutas a África y América.

A diferencia de otras leyendas falsas sobre piratería canaria, Amaro sí existió. Vaya que sí. Pero, ¿quién fue realmente Amaro Pargo, del que hay hasta un ron, videojuegos y diversos tebeos?

La bibliografía y las referencias a su persona son múltiples y variadas. Numerosos historiadores, escritores, periodistas y simples apasionados han escrito artículos sobre su figura, vida, devoción cristiana, amores y hazañas, aunque, para muchos, el mayor especialista es el prestigioso catedrático de Historia de América de la Universidad de La Laguna Manuel de Paz que, muchas veces en coordinación con el también historiador Daniel García Pulido, ha publicado buena parte de los documentos de Amaro y otros libros, como El corsario de Dios. Documentos sobre el corsario Amaro Rodríguez Felipe (1678-1747), aparte de impartir conferencias sobre su trayectoria (y la de su hermano José) como comerciante, prestamista, hidalgo (desde 1725) y corsario de la Corona española en El Caribe, con barcos como El Ave María y Las Ánimas, Nuestra Señora de La Concepción, La Potencia y otros muchos.

Otros historiadores, como el catedrático orotavense de Historia de América de la ULL Manuel Hernández también han ahondado en su figura, así como periodistas como el lagunero Domingo García Barbuzano, con su libro El Corsario Amaro Pargo (2004) y sus múltiples publicaciones en El Día hasta su jubilación.

Los destellos humanistas de Amaro Pargo contra la esclavitud
Manuel De Paz (i) y Manuel Hernández, catedráticos de historia de américa de la ULL. / Álvaro Morales

Aunque la figura de Amaro presenta algunas aristas enigmáticas que alimentan el romanticismo y las leyendas, hay muchos datos sobre los que existe pleno consenso. Los documentos constatan, por ejemplo, que nació el 3 de mayo de 1678 en La Laguna y que murió, a los 69 años, el 4 de octubre de 1747 en esa misma ciudad, siendo enterrado en la iglesia de Santo Domingo Guzmán de La Laguna, donde permanece.

Este periódico ha hablado con los dos catedráticos y con García y algunas conclusiones coincidentes no pueden ser más contundentes. Primero, la relevancia de este lagunero, que Manuel de Paz considera el personaje tinerfeño más importante desde que acaba la conquista de Canarias hasta el siglo XVIII. García lo cree el corsario más importante de la historia de las Islas y Hernández subraya su relevancia durante su vida y posteriormente como referente. Desde luego, digno de múltiples documentales y películas de pertenecer a mecas del cine.

Por supuesto, también coinciden en que no existe ningún tesoro escondido (ni existió) en esa casa de Machado y en que, en realidad, las muchas joyas, perlas y otras piezas de valor que, sin duda, tuvo Amaro se fueron repartiendo entre sus herederos (a partir de su sobrina y otros) y dispersando en el tiempo por muchas ramificaciones familiares, casas y zonas. Es más, si algo tuvo, aparte de una amplia flota de barcos para comerciar con las Indias (especialmente con El Caribe), fueron propiedades inmobiliarias (De Paz las cifra en torno a 42 en Tenerife), si bien fue un benefactor y ayudó a muchas familias (hizo casas que hoy podrían llamarse sociales en La Laguna, en Santo Domingo) por devoción religiosa y su visión de la llamada caridad cristiana.

Domingo Barbuzano
El periodista lagunero Domingo Barbuzano, con el libro que publicó en 2004. / Á.M.

Contra las falsedades

Con razón, De Paz es muy celoso de sus profundas investigaciones sobre Amaro y otros personajes isleños, en las que sigue ahondando y sobre las que anuncia nuevas e inminentes publicaciones. Está harto de los “aficionados” a la historia que alimentan los bulos sobre estas figuras y reivindica lo académico. Según recalca, lo del tesoro en la casa de Machado (desde donde se otea perfectamente el Atlántico) nunca tuvo ningún sentido porque, entre otras cosas, “la compró tres años antes de morir, cuando ya estaba mal, y apenas vivió o pasó por allí, por lo que tampoco se iba a poner a enterrar nada cuando poseía unas 40 casas más”, sobre todo en La Laguna, Santa Cruz, Tegueste, Tejina y otras zonas.

Aunque no sin esconder su malestar por otro bulo, De Paz también zanja de forma categórica la leyenda que liga (como amantes) a Amaro Pargo con la monja Sor María de Jesús de León y Delgado (La Siervita de Dios), natural de El Sauzal y cuyo cuerpo incorrupto (presente en el convento de Santa Catalina, en La Laguna) es un reclamo para muchos. Como hace Hernández y García, De Paz subraya que esa supuesta relación es simplemente inconcebible no solo porque no hay ninguna prueba, sino porque, “si bien en el amor ha habido casi de todo en la historia”, esa monja era diez años mayor no que él, sino que la madre del corsario. Eso sí, financió su funeral y sepulcro.

Patente de corso en 1712

Sobre las hazañas como corsario (los “piratas” que roban a piratas en nombre de una Corona y a cambio de un porcentaje del botín), De Paz recuerda que la patente de corso se la otorgó, mediante una declaración, el rey Felipe V a través de un capitán general. En 1712, se hace con un barco irlandés (corona británica, el Saint Joseph) no muy grande entre el golfo de Cádiz y Portugal, reclamando la patente y parte de lo conseguido. La patente se le concede ese año (debía hacer un juramento) y ejerce como “capitán de corso en mar y tierra en su famosa actuación con la compañía del marqués de Montecastro en 1714”. Según explica este catedrático, y aunque seguía como comerciante junto a sus hermanos, actúa de escolta de barcos españoles en la ruta a América de ida y vuelta y, en 1722, logra otro gran asaltos, en este caso un barco holandés en El Caribe (existía la costumbre de cambiarle los nombres a los buques apresados y algunos acabaron llamándose Nuestra Señora de Candelaria, por ejemplo).

En conferencias recientes, como la que dio en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, en el Puerto de la Cruz, el pasado diciembre, este célebre profesor, que Hernández presenta como el mayor experto en Pargo, subrayó los destellos humanistas que dejó el comerciante lagunero porque, en los albores del Siglo de las Luces y aunque recurrió a la –con ojos de ahora- aberrante esclavitud y llevó esclavos a América, “estamos convencidos de que, en algún traslado por encargo, por ejemplo a Venezuela, simplemente los dejó escapar y, por ello, se vio envuelto, al menos en 1710, en una denuncia del dueño (Alonso García Ximénez, presbítero) por el esclavo negro llamado Sebastián”. De hecho, ese “amo” otorgó un poder el 18 de julio de 1715 a Teodoro Garcés de Salazar para que le reclamara en Caracas su devolución y se le autoriza, “de ser necesario, a acudir a los jueces de Su Majestad para conseguir el objetivo encomendado”.

Hernández subraya el papel de Amaro como comerciante y explica su desempeño, también, como corsario “porque España se halla en plena Guerra de Sucesión”, aparte de que es la edad de oro de la piratería. Según recalca, no solo hizo una gran fortuna con lo que llevaba al Caribe desde las Islas (“con la compañía de Honduras”), sino con lo que traía de allá y esto le convirtió en lo que hoy se llama “gran tenedor de inmuebles”. De hecho, insiste en que, en sus últimos años, “pasó de comerciante a terrateniente”, destacando sus propiedades en La Laguna, “pero también sus haciendas en Tegueste (con viñas) y Tejina”.

Asimismo, coincide con De Paz en que estuvo muy poco en su casa de Machado y que la principal familia heredera, tras las pertinentes pruebas de ADN, es la de los González de Mesa. Asimismo, remarca su fervor religioso, recuerda que en una de sus casas de La Laguna, en la calle del Agua, poseía una ermita (hoy del Obispado), que sus hermanos (sobre todo, José) y sobrinos también hicieron la Carrera de Indias y que, aparte de asaltar barcos, sufrió ataques de otros piratas y corsarios.

Casa de Machado
Uno de los módulos que quedan de la casa de Machado, en El Rosario. Á. M.

El más rico de la isla

Por su parte, Barbuzano presenta a Amaro como “una persona muy inteligente y un gran comerciante, que, por ejemplo, llevaba aguardiente que hacía con sus viñas de Tegueste y que destilaba en La Laguna para vender en La Habana. Tuvo –añade- un gran tesoro, pero jamás estuvo en un lugar, y menos en Machado, donde el gran valor de esa casa era su estructura arquitectónica, que se la cargaron y robaron. Su tesoro está en su testamento, que apareció en un manuscrito con su letra depositado en el archivo de Santa Cruz, en el que aparece un catálogo de sus joyas, anillos de brillantes o de esmeraldas, pendientes de safiros, cadenas de perlas… Numerosas joyas que heredaron sus descendientes y que hoy lucen muchas familias que, en algunos casos, ni lo saben, como me pasó al decirle al abogado Ramón González de Mesa y su hijo que eran descendientes de Amaro”.

Barbuzano insiste en que Amaro reinvirtió su gran fortuna en patrimonio histórico artístico de Tenerife y en beneficio de la sociedad, “como la urna de plata del Santo Entierro de Santo Domingo. Si hoy se reunieran todas esas joyas, su flota y sus inmuebles, siempre se dijo que sería el hombre más rico de Tenerife, aunque él ayudó, por ejemplo, a los presos de la cárcel de La Laguna, a niños pobres y otros grupos”. Sobre el bulo respecto a Sor María, remarca que se confunden muchas cosas y que ha podido influir que Amaro tuviera varias hermanas monjas de clausura en el convento de Santa Catalina de Siena. “Gracias a ellas, conoce a Sor María, que no fue más que su guía espiritual. El problema es que, en este mismo convento, hubo otra monja con la que se confunde y que se fugó con el capitán general Jerónimo de Rojas, escapando por un pasadizo que va a dar a un pozo que tiene el ayuntamiento en la Casa de Los Capitanes”.

También alude a lo que se descubrió al abrirse el sepulcro del corsario en 2013 para su exhumación, “pues el equipo de arqueólogos encuentra una escalera y no se halla la puerta, por lo que hubo saqueos. Sí se pudo hacer las pruebas de ADN para descubrir lo de los González de Mesa, pero también es extraño que no hubiera ropajes entre los huesos”. Según la empresa de la exhumación, junto a su cuerpo había otras seis personas, sobrinos o sobrinos nietos, así como bebés sin parentesco (quizás por la costumbre de enterrarlos junto a un adulto). A juicio de García, Canarias y La Laguna tienen una deuda con él porque, “a diferencia de los libros de texto en Gran Bretaña, que aluden a Amaro, aquí no ocurre, aparte de que, en su día, se planteó reconstruir su cráneo y hacerle un busto de homenaje, algo aún pendiente”.

Más allá de leyendas, romanticismo y burdas mentiras, está claro que Amaro Pargo es un personaje de primer nivel del que muchos otros países tendrían películas y documentales por doquier desde hace demasiado tiempo.

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