Dan asco los lunes. Me despierto sin nada que hacer y con el catarro dándome todavía la tabarra, polleando todo el día y físicamente agotado, porque tres semanas sin apenas salir y los síntomas no me hacen la vida muy agradable. Y, además, es lunes. Domingos y lunes son para mí días muertos y más cuando no hay fútbol hasta el sábado, del que no hablo porque lo gafo. Me he leído las 800 páginas del libro de Juan-Manuel de Prada, que trata con poco respeto a Picasso, Gregorio Marañón, Óscar Domínguez, González-Ruano, Mariano Daranas y otros. El París de los 40 tiene muchas historias. El libro está muy bien escrito y en él se descubren cosas y se repiten otras, muy conocidas por los que hemos seguido a los españoles famosos y famosillos de entreguerras. Pero me lo he leído de un tirón, gracias al puto catarro, que me ha obligado a estar en casa, sin casi pisar la calle por prescripción facultativa, como se decía antes y creo que se dice ahora también. El personaje de Fernando Navales, un falangista infiltrado en los círculos de poder de la España del exilio, de los corresponsales de prensa españoles y de los artistas catalanes huidos a París tras la guerra civil, da la talla. Es cruel y caritativo a la vez, crítico con muchos aspectos de la Falange y con el franquismo, llama constantemente tripón al dictador y deja clara su independencia de criterio. También es una referencia acertada de la Francia pichirrona, decadente y cobarde, y de la Alemania que no se atreve a invadir Inglaterra. Prada tiene un montón de documentación en su poder y la ha explotado bien. Es interesante que don Mariano Daranas, que tanto contribuyó a que yo fuera periodista y a la sazón corresponsal de ABC en París, adquiera tanto protagonismo en el libro. Léanlo.