después del paréntesis

Los pasteles

La historia ratifica a uno de los dulces más prodigiosos de cuantos se consumen en España, acaso al lado de los nicanores de Boñar. Se trata de un hojaldre primoroso. Y se confirma su procedencia en el norte de la isla de Tenerife, en La Orotava el origen y, en Los Realejos, su vigor. Ocurrió. Recuerdo esa estampa con nitidez, porque ese es uno de los sabores de la infancia con más persistencia en mi memoria. Fueron las hijas de don Benito. Eran dos hermanas primorosas, sensatas, cariñosas, cordiales, amigables y muy religiosas, acaso por lo que permanecieron solteras a lo largo de su vida. Y de sus manos se explayó la delicadeza. Hacían los pasteles (así se llaman) más primorosos que el mundo conoce. Mi padre (socialista desde antes y después de la Guerra civil) también era un creyente compulsivo, amén de una extraordinaria persona. De lo que se deduce que la iglesia y las celebraciones eucarísticas los hicieron unirse. Así es que las hijas de Don Benito y mi padre coincidían por la labor, en las diversas reuniones al efecto y en los compromisos vecinales a los que acudían. De manera que, en cada navidad, esas señoras le regalaban a mi progenitor una caja de esos dulces y yo, en cada navidad de ese periodo de mi existencia, disfrutaba como un poseso de semejante finura, pasmosa, milagrosa. Ocurrió que, andado el tiempo, esa sustancia mirífica salió de nuevo a mi encuentro cuando las hijas de don Benito ya no existían. Se llama (aún hoy, pues es productiva) Pastelería artesanal Paula y tiene la sede en un pequeño barrio del Realejo Bajo. Probado lo probado y visto lo cual, hube de corroborar lo que la sustancia contenía: su comienzo. Las mentadas mujeres de mi infancia, ellas (según mi parecer) fueron las que instituyeron. Así es que me dispuse a descubrir. En una de las ocasiones en las que me desplazo al despacho para adquirir el prodigio, constaté que Paula no era la garante del producto; era su marido el que supo trabajarlo denodadamente con la pinta de cabello de ángel en su centro. ¿Cómo aconteció? Después del año 1931, con la República, la izquierda encauzó su furor en contra de la iglesia como sojuzgadora del pueblo. En La Orotava, los conventos fueron ocupados y las monjas de clausura hubieron de abandonarlos. Las piadosas del pueblo las acogieron y ellas, en señal de gratitud, enseñaron a la gente algunos de sus secretos. Una de ellas era una reverenda de origen francés que enseñó a afanarse con primor con el dicho hojaldre. En ese encuentro, estaban las católicas hijas de don Benito y la abuela de nuestro artesano, que heredó de su madre el privilegio y su mujer (Paula) lo conminó a afanarse en el oficio. Y eso queda. La izquierda es la garante de uno de los productos gastronómicos más extraordinarios de Canarias, aunque no se lo reconozcan.

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