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Una exploración por Canarias en cuatro rincones

Fundoro cuenta con una nueva sala dedicada a los viajeros y las expediciones científicas en las islas dividida en distintas disciplinas
Fundoro
La nueva sala de Fundoro está dividida en cuatro rincones diferentes y fue inaugurada a finales de febrero. / Sergio Méndez

El viaje es conocimiento. Y bajo esta premisa han sido varios los científicos y naturalistas que llegaron entre los siglos XVIII y XIX a Canarias para avanzar en distintas disciplinas y encontraron un ambiente propicio para sus investigaciones.

Las islas tenían en esa época una gran importancia en las rutas comerciales y de exploración europeas a nuevos territorios. Recrear ese entorno fue el objetivo de la Fundación Canaria Orotava Historia de la Ciencia (Fundoro) y por eso se planteó completar su colección museográfica con un espacio dedicado a estos viajeros vinculados a la astronomía, la geología y la vulcanología, la zoología y la botánica, y la psicología comparada contando para ello con el asesoramiento de expertos en cada una de estas ciencias como fueron Juan Carlos Carracedo, Arnoldo Santos, Francisco Sánchez y Alberto Relancio, respectivamente.

El objetivo general de la colección es recrear el ambiente que se encontraron al arribar a las islas. Los primeros pasos se dieron a finales de 2021 con el primer rincón que se encuentra el visitante al iniciar el recorrido. Lleva el nombre de Louis Feuillée, sacerdote, botánico, geógrafo y astrónomo francés, y el protagonista de la que está considerada la primera expedición científica al Archipiélago, organizada en 1724 para determinar con precisión la posición del meridiano cero en El Hierro.

Recreado como el camarote de un galeón del siglo XVIII, se han cuidado todos los detalles, como una botella de malvasía del año 1790, que además está llena de vino de esa época donado por un vecino de La Orotava, subraya el director de Fundoro, Miguel Ángel González Expósito.

Hay elementos originales y otros que son reproducciones casi perfectas, como es el caso de dos cartas marinas del siglo XVIII. Durante su estancia, Feuillée escribió un diario en el que aparece el primer dibujo que se conoce sobre la violeta del Teide cuando ascendió al volcán, en uno de los primeros intentos de medir su altitud, aunque sus cálculos no fueron exactos.
“Teníamos un material que fuimos recopilando y cuando el Ayuntamiento nos cedió esta planta baja del inmueble en el que se ubica nuestra sede pensamos que podíamos ofrecer a la ciudadanía algo que resultase atractivo”, comenta González.

Así, surgió la sala Fortunatae insulae, inaugurada en febrero de este año que acoge cuatro rincones dedicados a las ciencias anteriormente citadas.

Ubicado a la izquierda, el rincón de astronomía intenta reflejar una evolución de las primeras observaciones astronómicas a cargo de dos viajeros como Charles Piazzi Smyth y Jean Mascart, los primeros que consideraron la importancia de los cielos canarios como objeto de estudio.

En la sala se intenta representar la evolución de sus investigaciones hasta la actualidad, en concreto, hasta la creación del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).

Se puede ver un actinómetro (un instrumento que permite medir el poder de la radiación electromagnética), donado por Francisco Sánchez, uno de sus fundadores, y una maqueta del Gran Telescopio de Canarias (Grantecan), cedida por el IAC, a la que el visitante se aproxima a través de una ventana en cuya parte inferior alberga dos “joyas”: las primeras ediciones originales de los diarios de Smyth y Mascart.

En el rincón de geología-vulcanología lo primero que el visitante se encuentra es una maqueta que recrea la medición histórica de la altura del Teide. Conocer la altura del Teide en aquella época era importante para la navegación, ya que al conocer las coordenadas geográficas, cualquier barco que lo divisase podría calcular su posición y corregir el rumbo en caso de ser necesario. La primera medición que se puede considerar científica por la exactitud se llevó a cabo en el año 1776, que fue de 3.713 metros y fue realizada por el ingeniero y científico francés Jean Charles Borda en el segundo viaje que realizó a Tenerife.
Si se tiene en cuenta que la actual es de 3.715,58 metros “apenas hay un error de unos pocos metros con lo cual, ha sido un logro sin precedentes”, apunta el director.

Se puede ver también una fotografía del volcán de reciente erupción en La Palma, una colección de rocas preparada por Carracedo para conocer las principales variedades que hay en las islas; un corte transversal de la Isla que realizó para calificar los pisos geológicos, y un pirómetro original (una especie de termómetro que permite realizar la lectura de temperatura de gases y lava fundida) cedido por él, que utilizó en la erupción del volcán de Teneguía.

En el rincón de zoología y botánica se representan los diferentes pisos de vegetación. Cada una de las plantas que se exponen, de un tamaño muy reducido, ha sido confeccionada a mano por el maquetista de Fundoro y está colocada a la altura que le corresponde debido a sus características de altitud.

Hay algunos fósiles e insectos que cedió Arnoldo Santos a la colección y dos paneles que hacen referencia a los estudios de zoología botánica durante las expediciones.

El último rincón es el de psicología comparada y se centra en lo que fue el primer centro de investigación climatológica, la Casa Amarilla, en el Puerto de la Cruz, que actualmente se encuentra en un estado lamentable pero que se reproduce fielmente, no solo la vivienda sino también el entorno.

“Se intentó construir con las pocas fotos que se tienen de la época y las descripciones que se han encontrado”, explica Relancio, también presente en la visita. En la maqueta se pueden ver campos de juego de los chimpancés, ya que su director, el psicólogo alemán Wolfgang Köhler, uno de los principales teóricos de la psicología de la Gestalt, quería huir del modelo de zoo que había en la época y centrarse más en las investigaciones en torno al lenguaje. También en las imágenes en blanco y negro que se proyectan y que constituyen uno de los pocos testimonios que se preserva.

La muestra finaliza en una pequeña sala de proyección ya que la idea es que el público pueda ver partes de documental que tengan que ver con la temática de la muestra, que también afronta nuevos retos, como la preparación de una audioguía para que la visita se pueda realizar de forma autónoma, ampliar estudiar la viabilidad de abrirla sábados y domingos, y no solo de lunes a viernes de 09.00 a 13.00 horas, y crear talleres.

Durante el primer mes, la colección fue visitada por 110 personas. Para Fundoro es un “récord”, confiesa su director, teniendo en cuenta que apenas han tenido tiempo de publicitarla, han estado tres años para organizarla y sin ninguna subvención específica. Un trabajo que se quiso hacer “poco a poco” pero del que Fundoro se siente satisfecho con el resultado final.

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