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“Sola, atada y muerta de miedo”: piden cesáreas respetuosas en el Hospital de La Candelaria

Un protocolo obsoleto priva a las gestantes tinerfeñas de sentirse acompañadas en uno de los momentos más importantes de sus vidas. A tan solo dos kilómetros, en el HUC, ocurre lo contrario
Piden cesáreas respetuosas en el Hospital de La Candelaria

Miras el calendario y respiras hondo: “Hoy es el gran día”. Nunca te pusiste de parto, pero el equipo médico ya tiene programada tu cesárea porque tu bebé viene de nalgas. La emoción te brota por los poros, pero, conforme avanzan las horas, ese nerviosismo propio de un nacimiento se torna miedo, terror… Te han separado de tu acompañante, quien también ansiaba desde hacía meses ese instante, te han atado los brazos y un extraño con voz dulce, pero un extraño, te agarra fuerte la mano para tranquilizarte. Tu hijo o hija va a nacer. El momento es estremecedor…

Esta es la realidad que viven muchas tinerfeñas cuando dan a luz a sus criaturas mediante una cesárea en el Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria (HUNSC). Un protocolo obsoleto que priva a las madres de sentirse acompañadas en uno de los momentos más cruciales de sus vidas, en el que una tela a pocos centímetros de sus rostros les da de bruces con la fría soledad de una sala de hospital.

Las matronas abogan por una hoja de ruta más humana y acorde a lo que ocurre en el resto de centros hospitalarios del Archipiélago. Y es que, a tan solo dos kilómetros en distancia, el Hospital Universitario de Canarias permite el acompañamiento de la pareja durante las cesáreas de bajo riesgo, siempre que la situación de la madre y del recién nacido lo permitan y no requieran de una asistencia especial. Este cambio de actuación fue posible gracias a la insistencia de los progenitores en sus planes de parto.

En el caso de La Candelaria, de momento, no barajan un cambio de paradigma y el plan de trabajo es claro: los acompañantes no acceden a esta intervención, considerada de cirugía mayor, por orden de ginecólogo y anestesista. Sanitarios con los que ha contactado DIARIO DE AVISOS reconocen que los argumentos son diversos: “Afirman que es un lugar estéril al que no puede acceder mucha gente, a pesar del libre acceso que tienen auxiliares, médicos que pasan por allí o, incluso, cuatro estudiantes de medicina, tienen temor a que se desmayen o, simplemente, les incomoda la presencia del acompañante”.

“Fue triste y desolador”

Candela recuerda el nacimiento de su hijo Pedro con un sentimiento agridulce. Su plan de parto, que elaboró con tanta ilusión, “siempre estuvo guardado en el bolso porque nadie me lo pidió”. Después de algunas horas de contracciones e incertidumbre, le anuncian que sería sometida a una cesárea. Fue entonces cuando “se desató la locura”. “Empezaron todos a gritar en el paritorio ¡corre, corre, fuera el padre!, mientras me trasladaban a quirófano. De hecho, firmé el consentimiento de la epidural sin poder leer nada”, relata a este periódico la mujer de 33 años.

Lamenta que nadie fuera capaz de explicarle tanto a ella como a su marido, quien se quedó completamente solo y atemorizado en un pasillo, lo que iba a suceder: “Faltó información; nunca supimos qué ocurría y yo me fui a quirófano con el susto metido en el cuerpo”. Candela agradece las palabras de tranquilidad que le transmitió el anestesista, “pero yo necesitaba allí a mi pareja”. “Me da igual que no sea un parto bonito, tal y como me dijeron los médicos, lo que yo no quiero es vivirlo sola”, declara la madre de Pedro, quien concluye que el momento “fue triste y desolador”.

Piden cesáreas respetuosas en el Hospital de La Candelaria

“Viví sola el mejor momento de mi vida”

La hija de Yaiza se encontraba en posición podálica, por lo que el personal médico del hospital de La Candelaria programó una cesárea. “Tuve la suerte de que todas las personas que me atendieron me trataron bien y fueron muy amables, pero el proceso en sí fue bastante duro”, asegura la entrevistada, que acudió al centro hospitalario acompañada de su madre porque su pareja, en ese momento, se encontraba fuera de la Isla. “Solo pudo acompañarme hasta las puertas del quirófano, donde me pasaron a una camilla y me ataron las manos, algo que me impresionó mucho; iba a nacer mi hija y yo tenía las manos atadas”, recuerda con nostalgia.

Yaiza narra el nacimiento de su bebé con cierta tristeza porque “allí necesitas a una persona a la que tengas afecto y, en mi caso, me dio la mano un celador desconocido”. Sintió la más absoluta soledad tras la sábana con la que cubren la cirugía mayor y reconoce que “viví sola el mejor momento de mi vida”.

“Sin mi pareja, atada y muerta de miedo”

Oriana tuvo una segunda oportunidad que le brindaron algunos profesionales del HUNSC durante el nacimiento de Aroa que se apiadaron de ella. El de su primogénita, Gara, lo rememora con sufrimiento: “La experiencia de la cesárea sin mi pareja, atada y muerta de miedo era algo que no quería volver a vivir”. Por ello, su pareja y ella movieron cielo y tierra para tener una segunda cesárea respetuosa. “En un primer momento, el anestesista se negó, pero una vez en el quirófano, conseguí convencerles para que el padre de la niña también estuviera presente en su nacimiento”, explica Oriana, para la que fue maravilloso sentir ese instante la mano de su acompañante, sus caricias y con una descripción por parte del equipo médico que, con tacto y humanidad, describía todo lo que estaba sucediendo.

“Fue un parto por cesárea precioso, en el que disfruté un largo piel con piel con mi pequeña Aroa mientras me suturaban, y su padre nos hablaba y acariciaba a ambas”, relata con añoranza la mujer, quien, “tras dos horas eternas de recuperación”, se reencontró en la habitación con su pareja e hija, “y desde ahí no nos hemos vuelto a separar nunca más”.

Madres, padres y matronas, entre otros profesionales del complejo tinerfeño, coinciden en que el actual protocolo de cesáreas con el que cuenta La Candelaria está desfasado y no se ajusta a los modelos vigentes, centrados en el cuidado de la mujer y la familia, mejorando así la experiencia de las gestantes. En definitiva, una cesárea respetuosa fomenta el inicio temprano de la lactancia materna, disminuye la ansiedad de la madre y posibilita que la pareja pueda asistir al proceso completo.

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