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La costa norte de Tenerife tiene un misterioso castillete de película

Si bien la torre aparentemente está bien conservada, la estancia más expuesta al acantilado está derrumbada
La costa norte de Tenerife tiene un misterioso castillete de película
La costa norte de Tenerife tiene un misterioso castillete de película. Gobierno de Canarias

Parte de la Finca Domínguez perteneció a la familia del pintor surrealista Óscar Domínguez y fue en origen destinada al cultivo de la platanera. Curiosamente, dentro de la propiedad existe una construcción conocida como el castillo Guayonje o ‘El Castillete,’ que era la residencia vacacional de la familia.

Aunque el inmueble es un claro reflejo de la historia reciente del municipio, no se encuentra incluido en ningún instrumento de protección en materia de patrimonio cultural y también presenta un estado de abandono. Si bien la torre aparentemente está bien conservada, la estancia más expuesta al acantilado está derrumbada.

Para visualizar este inmueble solo hay que acercarse a Mesa del Mar. No obstante, después de aparcar es necesario cruzar el túnel que conduce a la playa de La Arena y seguir el paseo marítimo. Al final, después de pasar el antiguo camping, se podrá apreciar el castillete situado en el acantilado.

Óscar Domínguez

Óscar Domínguez se incorpora al grupo surrealista de París en 1934. Sin embargo, mucho antes, ya desde sus primeras composiciones, asistimos a un planteamiento surrealista, incontrolado e imaginativo en que el elemento insular y el paisaje de los escenarios de su infancia están presentes de forma constante, acaso seducido por las formas caprichosas y sobreabundantes que adopta la Naturaleza de Canarias, y que de por sí son acontecimientos surrealizantes en estado puro.

Así, las playas de arena negra, los dragos milenarios, la lluvia horizontal o los mares de nubes trazan las señas de un paisaje soñado, evocado y metamorfoseado que aflora en su obra por doquier y adquiere categoría de símbolo. Es esa la condición mágica que atribuían André Breton y Benjamin Péret a las geografías atlánticas de las que era originario Óscar Domínguez. Su pintura, imbuida de esas imágenes, le otorgan la merecida fama de surrealista espontáneo.

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