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El cazador, cazado

Hoy me someteré al talento periodístico de Fátima Bravo, en una entrevista para Atlántico Televisión. Es en estas interviús donde descubres que el tiempo pasó y que ya no eres el mismo. Antañazo, cuando algún compañero quería un titular, me llamaba y yo solía dárselo. Pero ahora, cuando todo caduca, me temo que la entrevista se va a llenar de recuerdos, que son los timbres que avisan del final. Es verdad que no he perdido mi facilidad para escribir, pero esto lo atribuyo a que leo mucho y me encuentro más o menos lúcido. La televisión es muy puñetera, porque tienes que afinar en lo que dices, el programa te lo puedes cargar y la rectificación sobre la marcha puede agrandar el borrón. Si les digo la verdad, a mí casi todo me aburre y como ahora los catarros me duran dos meses, coger el coche, acomodar la perrita y hacer acopio de fuerzas antes de llegar a Santa Cruz, conduciendo desde el Puerto, me cuesta. Y si almuerzo, peor, porque el estómago se me pone como una piedra y parece que vengo de las fiestas de La Perdoma, jediendo a carne fiesta. En todo caso, en las manos largas de Fátima, hoy seré el cazador cazado y esto produce cierto morbo, por lo que intentaré dar el callo y no hacer el ridículo intentando ser demasiado osado en las respuestas, para mis años. Yo siempre tengo el freno de mis hijas, que son de gustos conservadores y no quieren que me salga de madre bajo ningún concepto, porque luego se avergüenzan. Y tienen razón. Pero quería llamarles la atención sobre que ya nada es lo mismo, ni las ganas de contar, ni lo que cuentas. Parece que lo que ocurrió está tan lejos que ahora hablas otro idioma y la gente vive de forma diferente. El único que sigue aquí soy yo.

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