tribuna

G7 ante el desorden mundial

Con el decorado y ruido de fondo de la tradicional protesta de grupos antisistema, el próximo jueves, día 13, arranca en Borgo Egnazia Apulia, sur de Italia, la reunión anual de jefes de estado y de gobierno del llamado G 7, el club informal de los países más ricos del mundo (Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia, Reino Unido, Canadá e Italia), cuyas economías suman el 65% del PIB global, para analizar la situación internacional y los problemas que definen el estado de auténtico desorden mundial. Asiste también, como es habitual, el presidente del Consejo Europeo, aliviado porque, pese a la subida de la extrema derecha en Francia, Alemania e Italia en las elecciones al Parlamento Europeo, la UE podrá mantener la fórmula de gobierno de conservadores, socialdemócratas y liberales.
El atropello al derecho internacional en Ucrania e Israel y el ninguneo a la ONU y a sus organismos ha aconsejado a la Presidencia italiana colocar como frontispicio de la reunión la defensa del sistema internacional basado en la fuerza de ley, con el propósito de promover el empleo de las herramientas del derecho para la resolución de los problemas mundiales, que en buena medida son consecuencia del enfrentamiento de los bloques en esta nueva etapa de Guerra Fría. Rusia, China y los aliados de ambos en el sur global mantienen una causa general, contra los países ricos del norte, a los que identifican con el G7 y la OTAN. Ambos bloques se reprochan recíprocamente ser el desencadenante de la inestabilidad mundial.
La agenda de la cumbre hereda prácticamente los asuntos de la reunión del año anterior, que tuvo lugar en Hiroshima (Japón) en mayo de 2023, a los que se añade la guerra de Gaza, el progresivo deterioro del Sahel donde Putin ha entrado a saco y provocado la salida de los países occidentales, el refuerzo de la seguridad de la región del Indo-Pacífico ante el expansionismo chino y la hostilidad de Pekín con los países europeos y con la OTAN, organización a la que pertenecen seis de los miembros del G7. Incluye, asimismo, el problema de las migraciones, el triple desafío de clima-energía y seguridad alimentaria, el acercamiento a las economías emergentes para construir con países africanos un modelo de asociación que beneficie a todos, lejos del viejo paternalismo colonial y de la acción depredadora que practican China y Rusia.
Aunque en el comunicado final se hará un cuidado ejercicio de orfebrería diplomática para subrayar el entendimiento y los éxitos alcanzados en la reunión, no les va a ser fácil a los 7 fijar posiciones comunes en materias como emigración, descarbonización de la economía y cambio climático, compromiso con la defensa militar y económica de Ucrania o, sin pretender agotar la lista de eventuales desencuentros, por la posición respecto a los crímenes de guerra o genocidio que está perpetrando Israel en Gaza, sobre lo que se han pronunciado el Tribunal Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional.
La posición de Italia en materia de emigración se compadece mal con la del primer ministro británico, Rishi Sunak, que, antes de tirar la toalla y convocar elecciones, dio luz verde a un programa que permite encerrar en un barco a los inmigrantes que no le gustan y deportarlos a Ruanda. Aunque el presidente de EE.UU., Joe Biden, sintoniza con la visión del derecho humanitario del Grupo, en el ambiente flotará, inevitablemente, la promesa/amenaza del candidato Donald Trump para el primer día de mandato si es elegido presidente, deportación de emigrantes y barra libre sin restricciones para perforar nuevos pozos de petróleo. Nadie puede hoy asegurar que sea Biden quien represente a EE.UU. en la reunión de 2025.
Su liderazgo económico, capacidad militar y peso cultural obligan al G7 a tomar iniciativas que hagan posible el dialogo con los países del sur global del grupo Brics, al que pertenecen, entre otros, China, Rusia e India, para delimitar el perímetro de los problemas y desacuerdos y convenir pautas que sean algo parecido a reglas de comportamiento y, si es necesario, de enfrentamiento, antes de que algún nuevo episodio pueda ser espoleta de una crisis incontrolable. Aunque, obviamente, el G7 rema pro domo sua, promueve la democracia, el respeto del derecho internacional y de los derechos humanos y la economía de mercado, que son señas de identidad muy alejadas de la concepción del mundo que ofrecen China, Rusia o India, por citar tres países referentes de los Brics.

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