La OTAN inicia hoy una nueva etapa en la que el liberal holandés Mark Rutte dirigirá la Organización en uno de los periodos a priori más complicado de su historia, que podría complicarse aún más si se produjese un indeseado triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses del próximo noviembre. Rutte, que releva esta mañana como secretario general al socialdemócrata noruego Jens Stoltenberg, hereda como manual de a bordo el concepto estratégico aprobado por la Alianza en la reunión de Madrid, con los anexos de los acuerdos sobre Oriente Próximo y África y un Plan de Acción para el Sur, alcanzados en las reuniones de Vilna (Lituania) en 2023 y en Washington el pasado mes de julio.
En el corto plazo Rutte deberá combinar diplomacia y firmeza para conducir la posición de la OTAN en la guerra de Ucrania. Tendrá que resistir la presión de Zelenski, y quizá de Reino Unido, para no entregar a Ucrania misiles de largo alcance para atacar suelo ruso, si no quiere correr el riesgo de que el conflicto escale. Deberá buscar, además, la manera de mantener la ayuda a Ucrania en un escenario que se complica por el anuncio del recorte de la contribución de Alemania y quien sabe si también de EEUU si Trump llega a la Casa Blanca. La utilización de los fondos rusos inmovilizados en la UE es ahora una posible alternativa a la reducción del esfuerzo económico de los países de la Alianza, pero no puede ser la solución del problema.
En el radar de la renovada OTAN siguen Rusia (antes aliado estratégico y hoy su principal amenaza) y China porque, según su doctrina, “las ambiciones coercitivas de Pekín desafían los intereses, seguridad y valores” de la Alianza, y están también el conjunto de Asia, el Indo-Pacifico y ahora África, que incluye la amenaza para la seguridad occidental derivada de la situación explosiva del Sahel, asunto de primordial importancia para España. La OTAN, aquella unión de socorro mutuo creada de urgencia en 1949 ante el temor de una agresión soviética es ahora una organización compleja con visión 360 grados sobre la seguridad en el mundo. El fiasco del fin de la historia de Fukuyama y el crescendo del desorden mundial han disipado el sueño de que algún día dejaría de ser necesaria. Lo diré con una expresión castellana en desuso, no está el alcacer para zampoñas.
El Plan Específico para el Sur, y concretamente el Sahel, ahora en el libreto estratégico de la Alianza, tiene especial importancia, porque constituye hoy la principal amenaza para la Unión Europea. El Sahel es un amplio territorio que atraviesa África desde el océano Atlántico al Mar Rojo, que cuenta con importantes recursos naturales, como uranio, gas, petróleo, oro, diamantes, hierro, litio, bauxita, magnesio, sal, zinc y fosfatos y también con gravísimos problemas (guerras, terrorismo, hambrunas, extrema pobreza, migraciones masivas…), donde operan, entre otros grupos, las llamadas milicias fundamentalistas del Estado Islámico, Al-Qaeda, Yihad en África Occidental y, las milicias Boko Haram.
La OTAN se juega su credibilidad en la capacidad de liderar el proceso para contrapesar en los países del Sahel la acción depredadora de China, la militarización y control de Rusia y el efecto de las bandas terroristas del islamismo radical. Una tarea muy complicada porque se trata de recuperar la influencia perdida por la retirada de EEUU de la zona y la salida, más bien la expulsión, de Francia del territorio de sus antiguas colonias, en buena medida debido a las malas artes de Moscú que propala la idea de que la política de Francia y de la OTAN son continuación del viejo imperialismo colonial, emponzoñando las relaciones de los países del área con las antiguas metrópolis, Francia, Portugal, Reino Unido y Bélgica.
Se da la curiosa circunstancia de que un político melindroso y reticente con los países del sur de la UE, tiene ahora el encargo de tejer con ellos una línea de trabajo que garantice la seguridad de Europa. Rutte tendrá que ganarse la confianza de los países de sur, con los que se manifestó muy crítico y no sé si decir ofensivo, cuando la UE, allá por los tiempos del Covid, deliberaba sobre la asignación de fondos comunitarios a los países miembros. El entonces primer ministro holandés aventó el tópico del carácter despreocupado y derrochón de las gentes del sur en contraste con la austeridad calvinista y el rigor de las del norte. Ironías del destino