Cada político elige su personaje hasta que se lo cree. Feijóo era otro, pero ahora es este, su personaje, un dirigente desbocado. Acaba de dar un triple salto mortal, enfrentándose a la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, de su misma familia política, y aún está en el aire, antes de caer.
La DANA de Valencia ha sido su mayor traspié desde que llegó a Madrid, en 2022, más grave que el 23J, las elecciones que lo desbarrancaron. Su veto a la candidata española a comisaria y vicepresidenta de la CE, Teresa Ribera, tachándola de responsable de los centenares de muertos de Valencia (sic), sin ningún fundamento, ha metido a Von der Leyen en un fregado, con la UE empantanada mientras al fondo regresa Trump. Más aún, la coalición de PPE, socialdemócratas y liberales, que hará presidenta a Leyen, peligra por culpa de Feijóo. Los socialistas se han plantado.
En tiempos de Zapatero, el portavoz económico del PP Cristóbal Montoro le dijo a Ana Oramas aquello de “que caiga España, que ya la levantaremos nosotros”. Ahora cabría parafrasear con Feijóo: “Que caiga Europa, que ya la levantaremos nosotros”. La alternativa es un pacto del PPE con la ultraderecha, más del agrado de Feijóo y Manfred Webber, jefe de filas de la derecha en el Parlamento Europeo.
¿Está jugando con fuego el político español? ¿Leyen, la Merkel de la UE, tan de derechas como él, pero amiga de Sánchez a su pesar, es presa fácil o mala enemiga? Pronto se sabrá. Este mes se vota el equipo de vicepresidentes de Leyen. Si no cae Ribera, el fracaso del PP será estrepitoso y aplíquese lo del cántaro y la fuente para el gallego.
El PP de Feijóo está empeñado en borrar el barro de lo que pasó el 29 de octubre, el fatídico día de la DANA, en una comunidad de sus dominios, no cualquiera. El presidente del palimpsesto valenciano, Carlos Mazón, es uno de los barones de referencia del partido, junto a Ayuso (Madrid) y Juanma Moreno (Andalucía). Más de 200 muertos por graves negligencias de la Generalitat valenciana bien merecen su renuncia. Pero el viernes, al dar explicaciones infantiloides y mendaces a más no poder, plagadas de boquetes (omitió su maratoniano almuerzo con la periodista), no presentó la dimisión.
La DANA ha sido un parteaguas para el PP. Un antes y un después. Mazón tardó doce horas en alertar a la población y llegó a predecir en un audio que escamparía a las 6 de la tarde (¡madre mía!). En su Gobierno desconocían el sistema de avisos masivo ES-Alert. Ni los hermanos Marx lo hubieran hecho peor. Fue tan calamitosa su actuación (la comida la enmascaró con un atasco) que cuando se puso al frente del operativo de emergencia las inundaciones habían llegado antes que él.
Esta película ha tenido varias fases. Al principio, Feijóo, consciente de que el diluvio se lo puede llevar por delante, acusó al Gobierno socialista de pronósticos defectuosos, en tanto el president valenciano halagaba a Sánchez: “Muchas gracias por tu cercanía y tu respuesta tan rápida, presidente”, le dijo sin ambages. La realidad es que la AEMET había hecho un trabajo impecable, y Feijóo enmudeció desconcertado. Al hombre zombi lo secundó contrita su corte: el beligerante Tellado, devenido en monja ursulina; la secretaria general, Cuca Gamarra, cariacontecida, y el resto se volatilizó.
En un momento dado, Feijóo pidió a Sánchez que le quitara el mando a Mazón declarando la emergencia nacional. Ya el miércoles, en el Congreso, Ángel Víctor Torres le afeó esa idea, toda vez que el presidente de la Generalitat no tuvo nunca la misma intención que su líder nacional. Fuera una sugerencia del ChatGPT de Génova o de cualquier asesor advenedizo, Feijóo se sintió, entonces, Trump, mimetizándose con el personaje, y volvió a la matriz de la posverdad del ídolo yanqui de la fachosfera, como diría Idafe Martín Pérez, cuya columna de El País se dolía esta semana de que en la DANA de los bulos hayan pecado hasta medios convencionales. El fanatismo mentiroso se prodiga. Feijóo se disfraza de Fakejóo.
La estrategia de echar la culpa a Sánchez, por desnortada que sea, obedece al manual de mentir hasta por los codos. Vargas Llosa habló en su ensayo de la verdad de las mentiras en la ficción de las novelas. Lo de Feijóo es puro cuento. Teresa Ribera ya era, de antemano, una comisaria europea que el PP aborrecía, porque suponía “exportar sanchismo”. El PSOE, hace diez años, había votado en contra del comisario Arias Cañete (Alianza Popular), tildado de machista, pero fue un acto testimonial que no puso en riesgo la gobernabilidad de la UE como ahora que vuelve la sombra de Trump. Hasta la escala de Xi Jinping en Gran Canaria, camino de Perú, es un mensaje. Somos Europa de lejos y el presidente chino se las sabe todas. Bruselas pronto lo va a necesitar.
El bulo de Feijóo contra Ribera (por el hecho de que la eficiente AEMET y la Confederación Hidrográfica del Júcar dependen de su ministerio) es una cancaburrada digna del Celtiberia Show de Luis Carandell. A Feijóo, cuando miente en Europa, le crece la nariz como a Pinocho.
En Canarias le tenemos cogido el tranquillo. Nunca fue de fiar sobre el reparto de los niños migrantes africanos, mintió (nada que ver con la actitud más sensible del vicepresidente popular Manuel Domínguez y su partido en Canarias). Estas tretas sobre las mentiras de la DANA lo ponen a la altura de Vito Quiles y Alvise Pérez. ¿Y si se acaba la fiesta?
En la Europa democrática es un caso decepcionante de desinformación política que la UE quizá nunca le perdone. Dostoievski tenía un adagio, en Crimen y castigo, muy adecuado a este respecto: “La mentira es el único privilegio del hombre sobre todos los animales”. Lástima que estos últimos no voten.