El termómetro del CIS se vuelve loco y sube y baja la temperatura de manera que ningún cuerpo pudiera resistirlo. Siempre se mueve dentro de la misma horquilla, no sea que el cazo se rebose y se salga el contenido de lo que se cuece. Es una forma de dejar de creer en las encuestas. Hay tantas cosas en las que dejamos de creer por la saturación de alertas, de informaciones y avisos catastróficos, que ya no sabemos a qué atenernos. En este mundo nos medimos las constantes con una frecuencia exagerada cuando los médicos recomiendan que lo hagamos más espaciadamente. A mí me citan para las revisiones cada año, de manera que no sé lo que ocurre con mi colesterol, con mi azúcar y con mi tensión, sino una vez transcurrido ese tiempo. Sé perfectamente que existen unas subidas debidas a circunstancias emocionales y que esto no debe preocuparme, que mis indicadores tenderán a normalizarse en cuanto me abandonen las situaciones adversas. Había un medico en La Laguna que confiaba en que cada paciente era el depositario de la atención de su salud, que estaba al tanto de lo que ocurría con su cuerpo. Por eso le decía al entrar en la consulta: “Si tiene fiebre no me lo niegue”. Había otro, mancebo de farmacia, que, para acreditar su solvencia en asuntos sanitarios añadía: “No me coma picante”, cuando despachaba el medicamento. Partía de la base de que todos los que entraban en la botica necesariamente tenían que padecer alguna disfunción. Hay muchas miles de personas que no acuden habitualmente al ambulatorio ni van al mostrador de la farmacia a retirar sus recetas. Si esto fuera así, las colas serían kilométricas. Menos mal que las cosas no funcionan de esa manera. De la misma forma, hay millones de ciudadanos que no están atentos todos los meses de lo que nos cuenta Tezanos, con ese sube y baja que denuncia la constante inestabilidad de las preferencias de los votantes. Con Tezanos, me he enterado de que preferimos la tortilla con cebolla, y cosas así, que me inducen a pensar una cierta tendencia hacia el progresismo. La cebolla no repite tanto como el ajo, pero algo sí lo hace. Lo de repetir significa un signo de fidelización, de aquí que seamos más seguros y fiables los que elegimos esta opción, a pesar de que no quede claro a lo que le debemos lealtad. Yo diría que el consumo de cebolla está directamente relacionado con la pertenencia al bipartidismo. La cebolla no es recomendable para mantener el aliento fresco, y hay que mantener una distancia prudencial entre sus consumidores. Por eso se levantan muros y se intenta aislar a los contrincantes para que no nos contaminen con su halitosis penetrante. Ya ven, las encuestas bien utilizadas sirven para adivinar algunas preferencias ocultas. Son técnicas depuradas de las que hay que fiarse en su justa medida. Al final no pasa nada. Alegría para un día, felicidad efímera, después vendrá Michavila con las rebajas.
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