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El secuestro de la oposición

El problema es que la dinámica política y social española nos ha llevado a una situación sin precedentes en los Estados de nuestra tradición cultural: los perdedores de la última guerra civil han terminado por ganarla y los vencedores la han perdido. Es como si la Corona hubiese derrotado al Parlamento en la guerra civil inglesa o los Estados del sur hubieran vencido en la guerra de Secesión norteamericana. Una realidad alternativa sin precedentes y potencialmente peligrosa en muchos sentidos.

Pues bien, los perdedores de la última guerra civil, que, al final, la han ganado son los comunistas y los socialistas del PSOE de Pedro Sánchez. Y el abandono del marxismo que los socialistas alemanes le impusieron a Felipe González al final del franquismo para seguir financiándolo nunca ha sido plenamente asumido por sectores importantes de militantes y votantes socialistas. Hay socialdemócratas en el partido, pero el partido no es socialdemócrata. Y muchos jóvenes -y no tan jóvenes- militantes y votantes socialistas manifiestan en público su rechazo a Felipe González, llegando en ocasiones -pocas- al insulto y la descalificación de un dirigente socialdemócrata que gobernó España durante catorce años y que hizo posible la Transición. Porque para ellos el PSOE anterior a Rodríguez Zapatero y a Pedro Sánchez no existe o peor, es reaccionario. No en vano al final de sus congresos se canta La Internacional con el puño en alto.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo se ha producido esta inversión social y política tan peligrosa y este fracaso de la Transición? Hay varios responsables, pero la circunstancia determinante ha sido la incapacidad de la derecha democrática española del Partido Popular y de sus mediocres dirigentes -a pesar de Díaz Ayuso- de articular una alternativa ganadora a la demagogia y la irresponsabilidad de los que ahora nos gobiernan. Y la puntilla final ha sido la incapacidad de separarse de -y de enfrentarse a- Vox, una rémora mortal responsable de la derrota electoral de julio pasado que tiene secuestrados a los populares y que, de no ser neutralizada, le asegurará a Pedro Sánchez muchos años en La Moncloa por el temor generalizado a un Gobierno con Vox en la vicepresidencia.

Hemos de reconocer que Pedro Sánchez une a sus cualidades de político implacable que todo lo sacrifica a conseguir y conservar el poder una notable buena suerte. Porque tiene que hacer frente a una oposición sin rumbo liderada por un Núñez Feijóo cuya autoridad en el partido es más que débil. Es ridículo oírlo decir muy serio estupideces tales como que Pedro Sánchez será responsable ante la Historia. El adjetivo patético resulta insuficiente para describir el desastre; un desastre que ni siquiera la presidenta madrileña parece poder arreglar.

Por si fuera poco, la miseria moral y la infamia de Carlos Mazón destruyen también la credibilidad de su partido, y es seguro que hacen a muchos de sus electores arrepentirse de lo que votaron en las últimas elecciones. Ése es el cálculo de Pedro Sánchez, que ha dejado a Mazón hundirse solo, sin declarar el estado de alarma y la emergencia nacional. Los valencianos no deben olvidarlo, pero son demasiados secuestros para una pobre oposición.

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