tribuna

Iguales para hoy

En un artículo de Daniel Gascón, titulado El analista ensimismado”, leo que hablamos sólo con quienes piensan como nosotros. Las redes nos conectan con personas que nos son iguales y parece que hacen un análisis de nuestras coincidencias en edad, localización e ideología. De esta manera, nos clasifican en bloques favoreciendo el desarrollo de un mundo dividido en compartimentos de clase y de forma de pensar. No sólo hablamos con quienes piensan como nosotros, sino que no nos atrevemos a intercambiar opiniones con quienes nos resultan dispares. Entonces es imposible que esa membrana que permitiría la ósmosis entre grupos sociales opuestos sea capaz de producir un efecto benéfico. No vemos las cosas desde el prisma de la objetividad porque existe una barrera que nos impide hacerlo. No se trata de que unos sean más inteligentes que otros, ni que estén más convencidos de poseer la verdad, que también, sino de alejarnos cada vez más de un acercamiento real, que demuestra estar ahí cuando estamos al borde de la catástrofe. Hay un mundo fuera de las ideologías que se comporta con otra moral, que atiende a la solidaridad, que considera que todavía hay valores que forman parte del cemento común que nos une como seres humanos. Los humanos no nacen con el pedigrí de la ideología, ni esta obedece a reglas naturales que no podemos evitar. Lo normal es que nos consideremos iguales, pero sin necesidad de unificarnos en nuestra forma de pensar. Podríamos hablar de todo con todos, no solamente con los que piensan como nosotros. Entonces a buen seguro que nos iría de forma diferente. Lakoff estableció un sistema de comunicación política donde se superaban los bloques izquierdas-derechas, o progresistas-conservadores. Fue asesor electoral de Obama y proponía que había soluciones en los dos bandos que podían ser de aplicación para resolver problemas distintos. Esta forma de entender el diálogo político parece que no fructificó. Por eso, hemos vuelto a los viejos modos del enfrentamiento a ultranza. La humanidad se enriquece por medio del conocimiento, a pesar de que muchos lo confunden con el adoctrinamiento. Para tomar auténtica conciencia de un problema, primero hay que disponer de la libertad necesaria para abordarlo. Nunca se podrá resolver adecuadamente si se le aplican las fórmulas cerradas de la ideología. Sólo se gobierna con ideología cuando se hace desde el sectarismo y el totalitarismo, donde se carece de todo espíritu integrador. Integrar no significa absorber, colonizar, uniformar a todos bajo el lema de la corrección. Integrar es reconocer que en la incorrección se pueden hallar soluciones tan aceptables como en el lado contrario. Hablamos sólo con los que piensan como nosotros y esto es un error dentro de un marco democrático. Los que se quedan fuera aceptando esa premisa de la exclusividad, en contradicción con el mundo inclusivo que se predica, no contribuyen en nada a crear el ambiente de concordia con el que nos comportamos habitualmente los que estamos libres de compromiso. Hablamos sólo con los que piensan como nosotros, leemos el periódico que escribe los que queremos leer, vemos la televisión que halaga a nuestro pensamiento exponiendo lo que nos gusta ver, como si lo otro no existiera. Los otros también existen. Están ahí, y, sorprendentemente, constituyen una mayoría incontestable. Son los que se sienten iguales aunque los dividan. La gran fuerza de una nación.

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