tribuna

Tregua navideña

La Navidad tiene especial significación para los cristianos y se ha convertido también en una referencia cuasi universal para el encuentro familiar y social, una especie de tiempo muerto en el fragor de la vida cotidiana que nos sumerge en el buenismo ambiente y en la furia consumista. Para conmemorar el nacimiento de un niño/dios pobre, tiramos la casa por la ventana, los alcaldes compiten en levantar grandes torres de luces cada vez más altas, los restaurantes hacen su agosto y debemos estar oficialmente contentos porque es Navidad, o “Estas Fiestas” a secas como nos felicitan los laicos con carné. Es la magia de la Navidad de los centros comerciales, que también se forran estos días.

Si pudiese elegir, preferiría que los alcaldes estuviesen menos iluminados por los millones de luces led que pagamos los vecinos y entendería que, si quieren hacer el burro, actuasen como tales en el belén viviente. Es Nochebuena, mañana Navidad, y debemos estar alegres, por fe o por osmosis ambiental, y suspirar por la paz, porque somos buena gente y parte concernida del mensaje que san Lucas (2:13-20) escuchó a los ángeles “¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad!”. Pedimos, exigimos, la paz, que se paren las guerras, alto al fuego entre todos los que andan a tortas o bombazos. Se lo ha pedido el presidente turco Erdogan al invasor de Ucrania y Putin le ha respondido que verdes las han segado.

La Historiografía reseña numerosos testimonios de “tregua navideña”, pero no he encontrado ninguno que acredite que una guerra ha terminado por inequívoco influjo de la Navidad. La más famosa tregua navideña se produjo en 1914, pocos meses después del comienzo de la I Guerra Mundial, cuando soldados franceses, británicos y alemanes salieron de las trincheras, cantaron villancicos y jugaron un partido de fútbol en una tregua espontánea. Pero la contienda continuó y no paró hasta 1918, aunque cada Navidad los jefes de los dos bandos tuvieron que emplearse a fondo para evitar que se repitiera lo ocurrido en 1914.

Es la tregua más conocida, pero no la única ni la primera, si bien en la mayoría de los casos son hechos puntuales, limitados e irrelevantes en el curso de las operaciones, En la Nochebuena de 1944, durante la II Guerra Mundial, una vecina de un pueblo próximo a Aquisgrán impidió que soldados alemanes matasen a unos soldados estadounidenses que acudieron a su casa en demanda de auxilio. “Esta noche es Navidad, dijo, olvidémonos de matar”. Reseñables son las treguas navideñas de 1419 en la sitiada ciudad francesa de Ruan y en 1573 en el asedio de Haarlem (Países Bajos). También las numerosas treguas locales en la guerra estadounidense de sucesión (1861-1865), la de 1870 en la guerra franco prusiana y la celebración, compartiendo la bota de vino, de requetés y milicianos de la República, en la Nochebuena de 1936 en el monte Kalamua, en el límite de Vizcaya con Guipúzcoa,

Los buenos deseos navideños de las treguas sucumben pronto ante la guerra. El bonus odor de la paz de los villancicos se topa con la dura realidad, como sutilmente apuntan Simon y Garfunkel en su versión de Silent Night, una mezcla de dos discursos contrapuestos; por una pista un noticiario radiofónico y en la otra el sonido del piano que acompaña al dúo que canta el villancico. A medida que avanza la canción, se atenúa el volumen de la música y sube la lectura del boletín radiofónico. La vida real de las noticias del 7 O´clock News silencia al villancico.

Escribo con el sonido de fondo de Noche de paz y pienso en el genocidio del pueblo palestino, en la tierra a donde remite el origen de la Navidad. Suena la estrofa “todo duerme alrededor / brilla la estrella de paz …” y siento el ulular del viento que cimbrea los cipreses en la paz de los cementerios y la cadencia del sonido de las olas del mar que ha engullido a tantos miles de personas que buscaban algo mejor que el infierno de sus lugares de origen. El ensueño del villancico choca con el cinismo de quienes miran para otro lado cuando Canarias reclama solidaridad, también en Nochebuena.

Le deseo una feliz Navidad y que la cordura, el respeto y la tolerancia le acompañen estos días de convivencia familiar y que en 2025 la paz enmudezca a las armas y la alegría brote del corazón.

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