tribuna

¿Somos Brics?

No somos BRICS. Y no lo somos porque pertenecemos a la UE. No sé si esto es bueno o malo, como tampoco sé lo que pasaría si no estuviéramos en Europa, a qué grupo perteneceríamos, y, en cualquier caso, con quién simpatizaríamos, estemos donde estemos. Ahora se habla de que la era Trump deja desprotegida a la Unión en la que estamos incluidos. Entonces, nos encontraríamos en medio de los BRICS y la economía de los Estados Unidos, que vuelve a plantear el America first. El grupo de los BRICS, formado en principio por Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica pretende ser un contrapeso a la economía global liderada por EE.UU., al que ahora se suman países como Irán, Bolivia, Cuba y otros. No se puede decir que España pertenezca a los BRICS, pero de la misma manera no se puede negar que los integrantes del actual Gobierno no simpaticen con ellos. En el fondo, somos herederos de una situación de desventaja desde la crisis de 2008, cuando nos vimos inmersos en el furgón de cola de la Europa de los veintisiete, a punto de ser rescatados, formando parte de ese residuo PIGS que integramos los del sur, con Portugal, Italia y Grecia. Ahora las cosas han cambiado y lideramos la economía europea, si no la mundial, según se presume desde el Gobierno. Por supuesto que, si tenemos en cuenta estas cosas, no somos BRICS y no debemos temer por la aplicación de unos aranceles del 100%, que es con lo que amenaza Donald Trump. Partiendo de esa base, habría que hacerse la pregunta de dónde nos gustaría estar: ¿con los BRICS, con los PIGS o con ninguno de los dos? Tengo para mí que nos hallamos en un indefinición que nos divide. Algo así como lo que quiere mi corazón lo rechaza mi cabeza. En el fondo, somos BRICS a pesar de que no lo digamos ni estemos incluidos en el club. Lo hemos sido tradicionalmente, desde el día en que Zapatero no se levantó al paso de la bandera de los EE.UU., y ahora con mayor razón después de que han echado a José Andrés como asesor de la Casa Blanca. En la dicotomía del corazón de los españoles, existe una tendencia al acercamiento al orgullo de ser del sur, como se presume en una canción que interpreta María del Monte, y más mirando al este que al oeste, con las reminiscencias de nuestros orígenes árabes y la labor evangelizadora de san Francisco Javier. Alguien ha dicho que España y Polonia son los dos extremos de Europa, y los dos han vivido tensionados por la proximidad del Nuevo Continente y la frontera con la Rusia profunda que llega hasta el estrecho de Bering. Un océano más difícil de navegar que el otro. En esta posición, es lógico que vivamos prisioneros de la inestabilidad ideológica, huyendo de nuestros fantasmas del pasado y también de los del futuro, que son los que más nos inquietan. Trump se ha confundido al preguntarse si somos BRICS. No lo somos, pero en algunos aspectos sí que lo parecemos.

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