El Instituto Geográfico Nacional (IGN) ha registrado actividad volcánica en las Cañadas del Teide, cerca de Pico Viejo. Este descubrimiento generó cierta preocupación entre los residentes locales, ya que enjambres sísmicos similares precedieron a la erupción del volcán de La Palma. Los geólogos, no obstante, señalan que estos movimientos podrían estar asociados a la presencia de vapor o agua en el interior del volcán.
A pesar de la inquietud, los expertos señalan que el Teide no modificará su estado actual por el momento. No obstante, ciertos estudios advierten que el volcán continúa activo y subrayan la necesidad de una monitorización constante. Un análisis liderado por el geólogo Joan Martí ha evaluado la probabilidad de una erupción del Teide en los próximos años y el desarrollo de dicho evento.
Publicada en el Bulletin of Volcanology, la investigación indica que el complejo volcánico Teide-Pico Viejo (TPV) es uno de los sistemas activos en Europa, aunque tradicionalmente no se le ha considerado explosivo ni una amenaza significativa para Tenerife. Esta conclusión ha generado debate sobre la necesidad de una vigilancia más estrecha de esta formación, cuyos recientes movimientos sísmicos podrían indicar una actividad pendiente.
Los resultados del estudio muestran que el riesgo asociado al TPV requiere una evaluación detallada para cuantificar el peligro volcánico en Tenerife. Se destaca la importancia de mantener una monitorización continua del complejo, reconociendo que, aunque no se le ha visto como una amenaza inmediata, la posibilidad de una erupción no puede descartarse y debe incluirse en los planos de prevención y respuesta ante emergencias.
Un estudio realizado en 2011 señalaba que, al evaluar múltiples factores de riesgo, el Teide representa una amenaza significativa. El informe advertía que los volcanes con largos períodos de inactividad suelen ser ignorados, lo que ha llevado a desastres en el pasado. Esta advertencia enfatiza la necesidad de no subestimar los volcanes considerados inactivos, ya que su actividad puede reactivarse, generando consecuencias severas.
La última erupción del Teide ocurrió en 1909. En 2004, se registró un episodio de agitación sísmica que llamó la atención de los expertos. El volcán ha experimentado 16 erupciones en los últimos 12.000 años, siendo el más potente hace 2.020 años, con una magnitud de 5,3.
La probabilidad de una erupción de magnitud similar o superior se estima en un 2,1% en los próximos 20 años, un 5,1% en 50 años y un 10% en el próximo siglo. Además, existe un 11,1% de probabilidad de una erupción de menor magnitud antes de 2060.
Respecto al impacto en Tenerife, el estudio presenta escenarios posibles de erupción. Las simulaciones indican que el flanco sur de la isla estaría protegido por la caldera de Las Cañadas, mientras que la zona noreste, donde se localizan Santa Cruz de Tenerife y San Cristóbal de La Laguna, podría estar en mayor riesgo. Este análisis destaca la importancia de la vigilancia y preparación ante cualquier eventualidad, dadas las actividades sísmicas y las probabilidades de erupción.
El flanco norte del Teide, especialmente los valles de Icod y La Orotava, están expuestos a riesgos relacionados con el TPV, como flujos de lava guiados por la gravedad. Existe la posibilidad de que la lava alcance la costa, donde reside una población de más de 900.000 habitantes en un área de 2.050 kilómetros cuadrados.
En caso de una erupción, los productos fonolíticos se concentrarían principalmente en la caldera de Las Cañadas y en los valles de Icod y La Orotava. Las lavas, de alta viscosidad y baja temperatura, podrían desplazarse largas distancias, manteniendo un grosor promedio de diez metros. Se estima que las lavas podrían avanzar más de 16 kilómetros, llegando hasta la costa, como ha sucedido en erupciones anteriores. Además, existe el riesgo de depósitos y corrientes piroclásticas.
El estudio señala que estos peligros podrían afectar áreas pobladas del norte del TPV y otras localidades dependiendo de la dirección del viento. En el caso de erupciones plinianas o subplinianas, con explosiones de gas tóxico y ceniza, el impacto podría extenderse a áreas más amplias.