tribuna

Mientras Trump baila la ‘yenka’

Hace dos meses que Donald Trump empuñó su rotulador piqueta para demoler el sistema de seguridad occidental y el comercio internacional y en este tiempo se ha revelado más zafio y dañino de lo que cabía imaginar, implacable y terrible, sobre todo con los débiles, y servil con los ricos.
En el ámbito comercial, no para de dar pasos de “yenka”, saltos adelante y hacia atrás…. el arancel te lo quito y te lo pongo… sin saber dónde parará. Y en lo político, a dinamitar la democracia liberal que tejieron con los países de Europa los presidentes Roosevelt y Truman y consolidaron los doce que vinieron después. Para su propósito iliberal, ha encontrado un aliado pintiparado, Vladimir Putin -dios los cría y ellos se juntan- que comparte con él la ojeriza patológica a la democracia y a la UE.
Todo lo que dice y hace es una locura que trae de cabeza a medio mundo, menos a nuestros políticos, que siguen en el vuelo gallináceo: la derecha entretenida en buscar sinónimos de rabizas y colipoterras para arrojar contra el Gobierno y el PSOE y Pedro Sánchez haciendo ejercicios de funambulismo para convencer a la izquierda de que no incrementará el presupuesto de defensa a costa del gasto social y a los socios europeos para que acepten etiquetar como gastos militar algunas partidas que figuran en las cuentas de otros ministerios. Pero el malabarismo tiene poco recorrido. Les guste poco o nada a sus habituales socios, PSOE y PP tendrán que dejarse de zarandajas, abandonar el manual de campaña electoral y ponerse de acuerdo en la propuesta que más convenga a España en esta complicada coyuntura.
Bien mirado, el rabotazo antieuropeo de Trump no tiene que resultar necesariamente traumático a medio y largo plazo, porque actúa como un catalizador que precipita el entendimiento y la cohesión interna de la UE, a pesar de la inaudita disidencia de Hungría y la difícil equidistancia de la primera ministra de Italia. Europa cuenta con una potencia militar nada desdeñable, con el segundo presupuesto de defensa más importante del mundo, un PIB sólo superado por EEUU y tiene también capacidad nuclear, gracias al tesón del general de Gaulle, que resistió la presión de EEUU en los años sesenta, y a la inteligencia práctica del actual primer ministro británico, Keir Starmer.
El “desmerengamiento”, que diría Fidel Castro, que Trump ha producido en el tablero internacional ha sido el pistoletazo de salida para la creación de un sistema de defensa propio europeo, que es algo que los líderes vienen reclamando desde hace tiempo y nunca se encontró el momento adecuado para ponerlo en marcha. Pero, ojo, integrar la seguridad y defensa no es crear ahora un ejército europeo, como quiere el presidente ucraniano. No es imaginable que se pueda proponer hoy a los países de la UE que prescindan de la capacidad militar propia, que es la última llave de su seguridad.
Lo mejor (si es que tener un solo ejército lo fuese) es enemigo de lo bueno. La Comisión Europea y los dirigentes de los países con mayor influencia ya han dado pasos importantes, empezando por la previsión de recursos económicos y la decisión política de avanzar en la integración de la defensa a partir de iniciativas de varios de ellos, sin esperar a contar con la anuencia de todos. Es un camino similar al recorrido para la creación del euro y antes para el alumbramiento mismo de lo que hoy es la UE.
No infravaloro la gravedad de lo que significa perder el paraguas de EEUU, pero de nada sirve seguir lamentando la situación. Hay que empezar a caminar ¿O alguien tiene otra ida mejor? Probablemente, lo más difícil ahora sea sustituir la defensa antimisiles y el paraguas nuclear, pero las naciones europeas tienen un nivel tecnológico capaz de desarrollar estos recursos Y mientras, suprimir las duplicidades, adaptar el equipamiento disponible, racionalizar el gasto y hacer un programa centralizado de compras a la industria europea.
A medio y largo plazo, podrán avanzar en la planificación unificada del sistema de seguridad y elaborar planes estratégicos y objetivos de fuerza conjunto, pero lo que toca en este momento es definir el objetivo y emprender la marcha sin perder el rumbo. Lo importante no es correr, sino hacer las cosas bien para salvaguardar el sistema político, la democracia liberal, que ha deparado a Europa los 80 mejores años de su historia y un himno con música de Beethoven.

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