Por Marcial Morera
En el español de España, existen al menos tres tradiciones ictionímicas populares distintas, que, si bien coinciden en buena parte de sus elementos (v. gr., sama, boga, sardina, caballa, atún, cabrilla, tiburón, salema, sargo, congrio, brótola, abadejo, cazón, tollo, merluza, salmón, chacarona, mero o bacalao…), también se diferencian sustancialmente en otros muchos: la tradición ictionímica mediterránea, con influencia catalana; la tradición ictionímica cantábrica, determinada por el vasco, el español de Asturias, el español de Cantabria y el gallegoportugués; y la tradición ictionímica atlántica, influida, sobre todo, por la lengua portuguesa.
Como es lógico, por la situación geográfica del Archipiélago y su particular devenir histórico, la ictionimia de los pescadores canarios se encuadra dentro de la tradición ictionímica atlántica. De ahí la enorme cantidad de portuguesismos que atesora. Así, en el ámbito del pescado blanco, tenemos lusismos como cherne, pejeverde, fula, lebrancho, goraz, pejeperro, alfonsiño, escolar, besugo, burro, bocanegra, cantarero, roquera, murión, vieja o bocinegro. En el del pescado azul, lusismos como guelde, aguja, longarón, jurel, chicharro, ajova, barrilote, bicuda o tazarte. En el de los escualos y las rayas, lusismos como quelme, sarda (barracuda), janequín, quella (tintorera), chucho, ratón o albajar. En el de los crustáceos, lusismos como santorra o jaca. En el de los caracoles, lusismos como burgao o bucio. En el de los cefalópodos, lusismos como fabiana, designativo de la hembra del pulpo. En el de las aves, lusismos como almamestre (golondrina de mar), guincho (águila pescadora), jaribuche (alcatraz), pardela (ave más pequeña que la gaviota), garajao (golondrina de mar) o averío (gran cantidad de aves juntas).
Asimismo tienen su origen en la lengua portuguesa muchas de las palabras que emplean nuestros pescadores para designar las partes del cuerpo del pez, como parpetana (opérculo), bezos (labios), buche (estómago), morca (vejiga natatoria), cerro (aleta dorsal) o cachetes; las agrupaciones de peces, como cardumen, mantada, rancho, arruaje o negrón; y las operaciones que se realizan en su preparación para conservación y consumo, como desbuchar (destripar), lañar (hacer cortes en el pescado jareado para que la sal penetre bien en él) o desgorrar (volver del revés la cabeza del pulpo).
El hecho de que la ictionimia canaria se encuadre dentro de la tradición ictionímica atlántica, y no dentro de la mediterránea o de la cántabra, que han ejercido mayor influencia que aquella en la conformación de la ictionimia española más general, ha tenido tres consecuencias de una importancia extraordinaria para el español insular:
Primera, que muchos seres marinos tengan en Canarias nombres distintos de los que tienen en el español común. Así, la merluza no es merluza, sino pescada; la barracuda, no es barracuda, sino sarda; el boquerón no es boquerón, sino longorón o longarón, según las zonas; la escorpina, no es escorpina, sino cantarero; el abichón no es abichón, sino guelde…
Segunda, que ciertos nombres generales designen en Canarias especies distintas de aquellas que designan en el español estándar. Es el caso de besugo, jurel y pejerrey, que designan en la Península un pajel más o menos grande, un pez azul de pequeño tamaño y una especie de atherina, respectivamente, y en las Islas el aligote, un pez de la familia de los carángidos y la anjova.
Y, tercera, que algunos términos generales hayan terminado por alterar en mayor o menor medida su componente formal, hasta el punto de parecer otro signo distinto del originario. Es el caso de las formas estándar brótola, abadejo y rascacio, por ejemplo, que se han transformado en boca de nuestros pescadores en brota o briota, abade, abae o abai y rascancio o rascai, respectivamente.
¿Qué futuro le espera a esta ictionimia popular tan particular? Pues un futuro muy incierto, a juzgar por lo que se observa, sobre todo, en las grandes superficies de las Islas, tan proclives, por razones comerciales, a dar prioridad a los nombres generales, frente a los nombres locales. Así no es raro encontrarse hoy en populares centros comerciales de todas las Islas que incluso peces tan comunes como el chicharro, el cantarero y la bicuda, por ejemplo, se han convertido ya en jurel, gallineta y espetón, respectivamente, que son las denominaciones más extendidas por todo el mundo hispánico.
*Catedrático de Lengua español de la ULL
