Siri Hustvedt, la viuda de Paul Auster, escribe un artículo en El País titulado El fascismo en EEUU donde emparenta a la llegada de Trump al poder con el nacismo europeo de 1939. Indudablemente estos riesgos y estas similitudes existen, pero no se pueden achacar a una sola causa, como la de que Hitler apareció después de una epidemia de gripe y Trump pasado el Covid 19. Los balanceos de las sociedades mundiales se parecen más a las mareas y a los maremotos. Hay momentos en que las amenazas ideológicas son la respuesta a otros riesgos que no son capaces de satisfacer al conjunto de la población y que poco tienen que ver con lo externo. A nadie le cabe duda que, más que la gripe, existía un enfrentamiento visceral entre el socialismo y las reacciones de ultraderecha, tanto en la Alemania de Weimar y en la Francia de Vichy, como en la Italia de Mussolini, explicado por Antonio Scurati en su magnífico libro “M, el hombre del siglo”. He leído a muchos analistas, tanto europeos como norteamericanos, que coinciden en una pregunta fundamental: ¿qué es lo que hemos hecho mal? La conclusión de Siri Hustvedt es la de la activista romántica que cree que la verdad se encuentra en el lado romántico de sus años universitarios, y lo que ha venido a enturbiar las aguas son los efectos desgraciados de una pandemia. Mientras no se analicen sinceramente y con frialdad las causas no daremos con el remedio. Hay muchos motivos para hacer un examen de conciencia, pero el mundo no ha marchado siempre acertadamente por estos territorios sembrados de minas. Es preferible el mantenerla y no enmendarla y volver a los enfrentamientos irreconciliables de los bloques que tienden al frentepopulismo. Es verdad que se reproducen escenarios que conocíamos de los años 30 y que nada tienen que ver con las dificultades de las crisis económicas ni con la expansión de un virus que no podemos controlar. Se trata de actitudes, de imposiciones ideológicas, de muros de incomprensión que acaban resolviéndose a tiros. El hecho de que se una constante histórica no debe ser un consuelo para nadie. Hay temor. Un temor que no se puede contener fácilmente. Carlos Oroza tenía un poema, titulado “Se prohíbe el paso”, donde decía: “Semáforo, cuidado. Hay temor y se prohíbe el paso”. Siempre hay alguien dispuesto a encender la luz roja, en el sentido que sea. Las alarmas de nuestro declive nos están helando el corazón desde que Spengler escribió sobre la decadencia de Occidente. Es un temor y un complejo que nos atenaza el alma, como todos los anuncios de lo cambiante, y como todas las amenazas del final de una era que se presenta igual que una catástrofe apocalíptica. Antonio Escohotado escribió “Los enemigos del comercio”, para hablar de un vaivén histórico que atenaza al mundo desde el origen. Lo mismo ocurre con el cambio climático, que hizo desaparecer a los neandertales. La evolución tiene esas cosas que son asimiladas como una fatalidad. Ni el Covid ni Lheman Brothers tienen que ver con nuestros comportamientos sociales. Son otras cosas que la viuda de Paul Auster, a pesar de su sinceridad, no alcanza a comprender del todoa