Se llamó Julia R. López, pero se apresuró a pedirme que a ese nombre de reconocimiento añadiera, obligatoriamente, otro apellido: Cabrera. Fue una alta investigadora de la American Revolution y de la Republic of Texas y miembro de la Tejano Geneology Society of Austin. Ese día se dispuso a explicarnos (en inglés) a los miembros e invitados de la Canary Islands Descendents Association, que se reúne cada mes en San Antonio de Texas para recordar sus orígenes, el desarrollo de las trece generaciones de Cabrera que la acompañaban. Comenzó. Las 16 familias (55 personas) que habrían de confirmar el prodigio de lo que hoy conocemos como San Antonio de Texas estaban reunidas en aquel mes lejano del año 1730 en Veracruz para hacer el camino hacia Bexar, al norte. Se pusieron en marcha, pararon en México ciudad, cruzaron por Saltillo, el Presidio de San Juan Bautista… y el 9 de marzo de 1731, a las 11 de la mañana, llegaron.
Lo que los canarios en general no conocen es que esas familias (fundamentalmente de Lanzarote) fundaron una de las ciudades más importantes de EE.UU., con más de 20 millones de visitantes al año y una estructura política, social, cultural, deportiva, administrativa y militar imprescindibles para la Unión; no saben que esos paisanos alzaron el primer edificio religioso de ese gran país y que idearon la primera organización política local que no llamaron ayuntamiento sino cabildo; no valoran que los 111 primeros alcaldes de allí fueron canarios, que el canario era el idioma predominante y que eso ocurrió hasta que, en 1836, a doña María Curbelo, la última canaria de cuna en San Antonio, se le ocurrió casarse con el gringo John Smith. Los ingleses, como ocurrió cuando los Peregrinos llegaron a esos dominios desde Londres a mediados del 700, tomaron posiciones en el emplazamiento y se acabó. De manera que me dispuse a recordar cuál es el rudimento de esta historia, eso que se llama culturas en contacto (por el desplazamiento y por la lengua); en este caso Canarias/EEUU, como México/EEUU en los últimos tiempos. El Juan de origen se muda al Joseph (no José) de llegada. Pero el Cabrera persiste. Y ese es el destino: de la parcialidad de la primera generación al bilingüismo y al solo inglés con las siguientes, pero la norteamericana Julia R. López es Cabrera. Uno observa hoy y comprende: el español canario es un indicio de distinción en San Antonio de Texas aunque más del 80% de los descendientes no lo hablen. Pero la memoria marca la conciencia de esta gente, la identidad de la que no se desprenden y reinstauran. ¿Qué es el nacionalismo: descubrir al ser o imponer al ser con subterfugios parciales o impertinentes? No está por demás recapacitar sobre ello, para que otro gallo nos cante.