Cuando ayer coincidían el congreso a la búlgara de Feijóo y el comité federal de Sánchez, me acordé de Felipe González en el 93. Distanciados por los egos y la claque, los dos socialistas se recuerdan mutuamente sin querer.
Feijóo se siente encumbrado, presidente o primer ministro, como desmerece a Sánchez desde un rencor personal mal digerido. El ferrolano Tellado, experiodista de político gallego de izquierdas e independentista, y ahora mano derecha del líder de la derecha; el látigo infame de los menores africanos de Canarias; Tellado, el señor Hyde del doctor Feijóo, decía en las vísperas que este congreso no solo elegiría al presidente del partido, sino también al de España. ¿Sánchez, noqueado?
Recluido en la esquina, Muhammad Ali dejaba que Foreman le apalizara en Zaire, hace 50 años, hasta desfondarlo, y en el octavo asalto salió de las cuerdas, bailó un poco, un gancho de izquierda y una derecha, y ganó el combate del siglo. La táctica, rope a dope (engaño en las cuerdas), es, para Norman Mailer, el summum de la estrategia.
Si el inefable Tellado se equivoca y evoca un topicazo, llevado del subidón por el providencial enrejamiento de Cerdán, eso ya pasó en el 93.
Esta semana ha sido reveladora. ¿De verdad piensa Feijóo pactar con Junts? ¿Hacerle cambiar de caballo, como le sugiere? ¿Otorgarle una medida de gracia “grande y hermosa”, como diría Trump entre zapatillas y perfumes en el expositor? ¿Por qué ha ido tan lejos? ¿Por venganza a Ayuso y Aznar? ¿Por puro deleite o dislate? ¿O es lo más franco que ha dicho desde que pensaba que Galicia era “una nación sin estado”? ¿También habla catalán en la intimidad, como Aznar, que ahora teme, como Franco, que esté en juego “la continuidad histórica de la nación”? Aznar, el de Bárcenas, recrecido en el congreso de Ifema, postulando el encarcelamiento de Sánchez, sin pasar por el polígrafo.
El miércoles, Feijóo apeló a bocajarro a Puigdemont: “Tendrá que decidir si quiere seguir manteniendo a Sánchez, o si quiere poner el contador a cero y que los españoles y, por tanto, los catalanes, hablen”. Quiere que le apoye la moción censura, y empezar un idilio espurio. El día de mañana, si Abascal lo hace presidente, Feijóo ya planea echarlo como hizo Trump con Elon Musk, porque crece en las encuestas. Pero necesita tiralevitas, votos serviles que se dejen comprar. Creo que travestear con el caso Junts exige de Feijóo salir del armario con todas las consecuencias, dando explicaciones por megafonía, después de pasarse dos años antisanchiceando en la calle y el Congreso, dando la vara con que si patean la Constitución y maldicen el nombre de España estos progres vendepatrias. Necesitamos saber si este hombre va a salvar España antes de perder todas las esperanzas. Como es un desmemoriado (proyectó en la pantalla del congreso las caras del repertorio judicial del PSOE como si el PP no hubiera roto un plato), quién sabe si se acuerda de lo que bramó contra la amnistía, a la que dio vueltas 24 horas cuando la investidura fallida, hasta que Aznar y Ayuso le prohibieron la guindola. Y se cayó de la higuera.
Entonces era una cataplasma para desinflamar lo de Casado. Un candidato de una sola bala. Como Ayuso no está disponible por los casos judiciales de su pareja (¡shhh!, de eso no se habla), Feijóo tiene otra bala más, la última. “El presidente soy yo. Y haré lo que considere oportuno”, ha dicho envalentonado cogiendo del árbol la manzana prohibida de Junts. Cataluña es el ojo de la aguja del PP por donde pretende meter ese camello.
Feijóo tenía lapsus (aquel del jet-foil). ¿Se acordará de que ponía a parir al dictador Sánchez por amnistiar a Puigdemont? ¡En lo que ha convertido su relato emocional estrella, descontados los menores de Canarias! ¡En peccata minuta, pelillos a la mar, “poner el contador a cero”! ¿Habrá olvidado que pidió ilegalizar a Junts, el partido del prófugo catalán? Ahora su mayor preocupación era quitarse el único garbanzo del zapato del congreso, la enmienda catalana contra cualquier pacto con Junts. ¿Pero esta gente no tiene vergüenza torera?
La diferencia va a ser que el interlocutor con el de Waterloo ya no sería Cerdán, sino Tellado, ya no Sánchez, sino Feijóo.
Abominable caso Cerdán, caidito del cielo, entrando en la cárcel de Soto del Real la semana del congreso del PP, donde cargarse a Cuca Gamarra (Roma no paga traidores) y elevar a los altares a Tellado, que debuta perdiendo la censura tan solo con tentarla. Tellado es el aval perfecto de que todo puede salir mal. Y por eso es la mejor noticia para Sánchez, que no desconoce lo que pasó en 1993.
Aquel año, Felipe González estaba contra las cuerdas por el caso Filesa, el aroma de la beautiful people y el terrorismo de Estado del Gal (lo llamaban la X), y convocó elecciones que iba a perder. Pero ganó a las encuestas y volvió a gobernar. Como Ali en aquel octavo asalto en Kinsasa (Zaire).