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IA y analfabetos

Con la IA ya todos se creen periodistas. O escritores de libros. La usan para publicar sus artículos de sintaxis más que dudosa en publicaciones digitales. La IA falla constantemente y quedan en ridículo. Un escritor se forja como una espada y leyendo mucho. Cualquiera no puede ser escritor, ni siquiera robando a la IA, que es el más imperfecto de los sistemas de escritura que conozco, porque la escritura no debería usar sistemas, sino estilo. La sintaxis no es el fuerte de la IA, que deja con el culo al aire a los analfabetos funcionales que no saben hacer la o con un canuto. La IA ha venido para denostar aún más a esta maldita profesión de locos, que ha encontrado, sin querer, a un nuevo enemigo, muy fácil de vencer y de descubrir, pero terrible si no se trinca a tiempo. Detecto un puto folio escrito por la IA a la legua, pero no voy a pasar mi escaso tiempo descubriéndolo y denunciándolo, porque el oficio de censor no es lo mío. Y apelar a la honradez de quien ejerce de escritor con la tecla de la IA en la mente y en el dedo es inútil: se creen escribidores y no lo son. Son, repito, analfabetos funcionales que pasan sus pobres líneas por un tamiz de más que dudosa reputación. Y se vanaglorian después ante sus amigos de que han culminado una obra de arte, e incluso escriben libros que se venden poco o nada, porque el público huele a sus autores a la legua. La IA habrá venido para quedarse, pero yo no le veo futuro en nuestro oficio, porque el estilo es el hombre y la IA es un marciano, o de por ahí. No vale para la literatura, ni para el periodismo. Caraduras.

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