El entorno municipal, el espacio local, reúne las circunstancias comunes, ordinarias, en las que se desenvuelve la vida de los ciudadanos, hasta el punto de que es el entorno municipal el adecuado para la aplicación de esa expresión que afirma que la vida municipal es el entorno de los vecinos. La acción política debe estar centrada en la persona, ya que es el desarrollo personal del ser humano el objetivo último de toda acción pública. Ese desarrollo no podrá producirse de un modo forzado, obligado, ni siquiera -apurando la expresión- podemos propiciarlo, porque propiamente solo en la libertad se produce el crecimiento y la realización personal del propio proyecto, indisociable de nuestra condición de seres con intimidad, con libertad de conciencia. Pero debemos insistir en que la condición personal mira tanto a la dimensión individual como a la dimensión social del ser humano, en una hibridación portentosa que hace del hombre un sujeto de derechos. Y tal y como yo lo veo, o la política es capaz de acercarse a él, de allegarse a la persona concreta, o será una política fracasada. La aproximación al ciudadano que propugno se realiza adecuadamente como en su ámbito natural en la vida municipal. Se ha repetido hasta la saciedad que la Administración local es la Administración más próxima al ciudadano, y se ha repetido igualmente que la Administración debe acercarse al ciudadano, serle accesible. Como administrativista, no puedo hacer otra cosa que insistir en esas dos ideas, que sitúan la política municipal en su dimensión propia. Podríamos decir que la vida política se realiza primariamente, principalmente, en la política local. Es verdad que la espectacularidad corresponde a otros ámbitos, es verdad que las decisiones más graves pueden ser tomadas en otras instancias. Pero también es cierto que la frialdad jurídica y política del imperio de la ley toma acentos humanos en su aplicación. Alguien dijo “que dicten otros las leyes y que me dejen a mí los reglamentos”, queriendo significar que lo verdaderamente resolutivo, lo que alcanza la vida real está en la ordenación más próxima a la vida práctica. Podríamos traducir semejante valoración al campo de nuestro discurso afirmando que en la política municipal se produce la humanización de la vida política. Sin embargo debo destacar que tal proximidad no puede significar ahogamiento, encorsetamiento. La cercanía que la administración local tiene al administrado no puede traducirse en un control rígido de su actividad y de su vida. Tal cercanía debe traducirse única y exclusivamente en la posibilidad de un servicio más real y efectivo. Si cercanía se tradujese en control opresivo, estaríamos socavando la condición básica y fundamental de toda vida política que pueda llamarse así, la libertad. Y la vida municipal debe entenderse antes que ninguna otra cosa como un ámbito de libertad. El utopismo, lo que podríamos llamar ingeniería social, un racionalismo desbordado tiene en la vida municipal el ámbito más tentador para la aplicación de sus recetas salvadoras y organizadoras. Tal tentación se ve agravada por la carga de “irresponsabilidad” de que se pueden ver aquejados ciertos políticos, derivada de la falta de una auténtica autonomía.
