Al igual que ocurre con los seres humanos, los perros pueden nacer con un déficit auditivo o perder la audición a resultas de una infección, la inflamación, la edad o la exposición al ruido. Los dueños de perros y los especialistas caninos deberían tener esto en cuenta al cuidar o al adoptar sus animales, y especialmente al someterlos a ambientes ruidosos. Esta es la alerta que lanza la doctora Kari Foss, neuróloga veterinaria y profesora de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign (EEUU).
En un nuevo trabajo publicado en la revista Topics in Companion Animal Medicine, Foss y sus colegas describen casos de pérdida del oído en tres perros especializados: un perro de caza, uno de detección y uno policía. Uno de los tres sufría sordera permanente, otro respondió positivamente al tratamiento y el tercero no completó la rehabilitación que le había prescrito el centro en el que fue diagnosticado.
Los casos de estudio demuestran que quienes trabajan con perros policía o de caza “deberían ser conscientes de que la proximidad del perro a las detonaciones de las armas de fuego” pone en peligro su oído, y deberían considerar el uso potencial de “protecciones auditivas”, para las que existen diferentes modelos comerciales adaptados para el uso en perros.
Así, como ocurre con su equivalente humano, los ruidos demasiado fuertes pueden dañar las delicadas estructuras del oído medio e interno canino. “Lo más común es que el daño y la pérdida de audición se deban a la destrucción de las células ciliadas -con forma de pelos- del interior de la cóclea, que vibran en respuesta a las ondas sonoras”, explica Foss. “Sin embargo, ruidos estruendosos también pueden reventar el tímpano y dañar los pequeños huesos del oído interno, los osículos auditivos”.
Los dueños y los cuidadores tienden a darse cuenta de que el animal tiene dificultades para responder a los sonidos y las llamadas, cuando no las ignora por completo. Sin embargo, es fácil que este problema pase desapercibido, especialmente cuando el perro tiene uno o más compañeros caninos, porque lo que hará entonces es seguir a los demás aunque no esté oyendo las órdenes.
“En cachorros con sordera congénita, por ejemplo, las señales no se percibirán hasta que se lo separe de la camada”, señala la veterinaria. Estos signos de sordera incluyen la falta de respuestas a las llamadas, seguir durmiendo a pesar de producirse sonidos que los despertarían en otras circunstancias, ladrar exageradamente o realizar sonidos vocales inusuales, ya que los perros, al igual que los humanos, modulan en base al oído su propia voz.
Además, el perro puede quedarse sordo de un oído solo, lo que significa que responderá a los estímulos pero tendrá dificultades para localizar de dónde viene el sonido, algo que compromete su bienestar y su desempeño especializado. Si hay sospechas de problemas auditivos, el animal debería ser examinado por un veterinario, insiste Foss, porque la pérdida auditiva originada por las infecciones o los pólipos del oído medio pueden ser tratada, y en muchos casos, resuelta.
Un perro sordo o con problemas de oído, insiste, pierde información fundamental sobre su entorno que lo ponen en peligro. “Son vulnerables ante amenazas como los vehículos a motor o a depredadores”, explica la veterinaria, a los que en circunstancias normales escucharían llegar. “Por tanto, deben ser vigilados cuando se sale fuera”.
Si la pérdida de oído es permanente, sin embargo, los dueños pueden encontrar maneras de adaptarse. “Pueden recurrir al contacto visual, a las expresiones faciales y a las señales con la mano para comunicarse con sus mascotas”, sugiere la especialista. “Los premios, los juguetes y las muestras de cariño mantendrán a los perros interesados en el entrenamiento”. También, propone, se pueden usar señales visuales como luces parpadeantes para enseñarles cuándo toca volver a entrar en casa.
Siguiendo estas pautas, la pérdida de audición no debería perjudicar la calidad de vida de nuestro perro, afirma. “Un perro con sordera congénita crece sin saber que es diferente de los demás perros, pero uno que pierde el oído en la edad adulta se puede dar cuenta, aunque se pueden adaptar bastante bien”.
Hay que tener en cuenta, por otra parte, cuáles son las prioridades sensoriales del mejor amigo del hombre. “La vida de un perro se vería considerablemente más afectada por la pérdida del olfato que por la del oído”, concluye Foss.