El espacio, ese vasto infinito que alberga a nuestro planeta, siempre ha sido objeto de fascinación e intriga. A simple vista, el manto estrellado que se extiende sobre nosotros durante la noche parece ser el epítome de la serenidad. Sin embargo, no se dejen engañar por esa tranquilidad aparente. Hay mucho más en el universo de lo que el ojo humano puede percibir, especialmente cuando nos sumergimos en el dominio de las ondas de radio.
Allá por 1932, Karl Jansky, un ingeniero visionario, marcó un hito en la historia de la astronomía al detectar por primera vez señales de ondas de radio provenientes del espacio exterior. Esta revolucionaria detección reveló que el cosmos está repleto de actividad, incluso en las frecuencias que están más allá de nuestro alcance perceptivo. Poonam Chandra, reconocido astrónomo del Observatorio Nacional de Radioastronomía en Charlottesville, nos recuerda: «Aunque nuestros ojos vean un cielo nocturno apacible, el universo está teñido de fenómenos extremadamente energéticos que se manifiestan en forma de ondas de radio». Y, efectivamente, desde agujeros negros hasta estrellas en sus diversas etapas evolutivas, todos emiten energía en forma de ondas de radio. La Universidad de Tokio, donde investigadores sugieren que las FRB podrían originarse en terremotos que ocurren en estrellas de neutrones en rápida rotación
La ciencia sigue la pista de la señal de radio extraterrestre
Entre las innumerables señales que pueblan el cosmos, hay una en particular que ha desafiado y fascinado a los expertos: las ráfagas de radio rápidas o FRB. Estas son breves pulsos de ondas de radio que aparecen y desaparecen en cuestión de milisegundos. Y, a pesar de ser tan efímeras, su naturaleza y origen han sido objeto de extensas investigaciones y teorías.
La búsqueda constante ha dado frutos recientemente, cuando un equipo de investigadores anunció el hallazgo de la FRB más distante que se haya detectado. Este pulso, bautizado como «FRB 20220610A», no es un evento reciente. Su viaje comenzó hace unos asombrosos 8 mil millones de años, lo que significa que esta señal ha atravesado más de la mitad de la vida estimada del universo antes de ser captada por nuestros instrumentos. Esta revelación fue compartida por Ryan Shannon, astrónomo de la Universidad Tecnológica de Swinburne en Australia, quien se mostró entusiasmado por la magnitud del descubrimiento.
El radiotelescopio australiano SKA Pathfinder (ASKAP) fue el encargado de captar este enigmático pulso. Sin embargo, para validar y comprender mejor su origen, el equipo recurrió al Very Large Telescope en Chile. Con este potente instrumento, pudieron identificar unas sutiles luminiscencias que eran evidencia de una galaxia situada a una inmensa distancia. El análisis posterior confirmó que esta ráfaga de radio había viajado durante 8 mil millones de años, convirtiéndola en la FRB más distante registrada hasta la fecha.
La comunidad científica sigue buscando respuestas
El enigma de las FRB sigue siendo un campo activo de investigación. Aunque hay consenso en que su origen está ligado a eventos cósmicos de gran magnitud, las teorías sobre su génesis varían. Algunos postulan que provienen de magnetares, estrellas de neutrones con potentes campos magnéticos. Otros sugieren que las colisiones entre objetos masivos en el espacio, como agujeros negros o estrellas en decadencia, podrían ser los responsables.
Mientras la comunidad científica sigue buscando respuestas, es crucial recordar que, hasta ahora, no hay evidencia que sugiera que estas ráfagas provengan de entidades extraterrestres. Pero, como bien dice el dicho popular: «Siempre es algo natural, nunca son extraterrestres».
Y así, mientras el espacio sigue ofreciendo sus secretos, nos recordamos a nosotros mismos lo poco que realmente sabemos y cuánto queda por descubrir.