Los faros de tu coche son, quizás, los que más desapercibidos pasan, pero también son de los componentes que más se deterioran con el paso del tiempo, perdiendo la transparencia y, por tanto, su eficacia (algo muy visible durante la inspección técnica). Sin embargo, frenar este detrimento, que puede acabar en roturas y arreglos mucho más caros, está al alcance de todos, ya que solo hay que asegurar un buen mantenimiento mediante la limpieza y el pulimento. Para ello, es imprescindible limpiar la superficie con agua y jabón y después pulirla con ayuda de una lija mecánica que se deshaga del efecto de la erosión del viento y el sol del plástico envolvente. También se puede pulir con algunos de los productos químicos de compra en tiendas especializadas, para lograr que el resultado sea mucho mejor; eso sí, con cuidado de no rozar la carrocería que rodea el faro, pues podría perder color o brillo.
Esta medida, no obstante, es un apaño puntual para evitar que los focos queden detrás de una capa ligeramente opaca y malgastada, pero, en caso de estar en un estado de deterioro avanzado, la mejor solución es acudir al taller para que cambien la pieza completa.
Para devolverles el brillo
Los trucos caseros son, a menudo, los más eficaces; y la pasta de dientes parece ser la gran aliada del plástico de los faros. De hecho, solo hay que coger un tubo de dentífrico que se aplicará con una esponja (el estropajo puede generar rayas en las luces) sobre la zona a limpiar, para, después, enjuagarla con agua templada y un paño abrillantador. Es una forma económica de limpiar esta zona esencial en el vehículo, pues de ella depende la seguridad de los pasajeros, y acabar con la suciedad que acumula con cada uso, con gran protagonismo del polvo y los mosquitos.
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