¿Existió el chupacabras de Tenerife? A finales del mes de abril de 1979 una noticia corrió de boca en boca tras la aparición de los cadáveres de dos perros en una fábrica del populoso barrio de Taco. Hubo muchas especulaciones, casi tantas versiones como personas contaban lo ocurrido, algo que solo puede entenderse en el contexto de un año en el que los fenómenos paranormales ganaron importancia a nivel informativo.
El 29 de abril de 1979, un trabajador de una fábrica dedicada a los materiales de construcción que se encontraba en Taco, en La Laguna, se encontró, a su llegada al recinto, el cuerpo sin vida de un pastor alemán que cuidaba de la empresa. Según un empleado, el perro tenía un “fuerte boquete” en el costado por el que le habían extraído parte de sus órganos internos. Además, le habían sacado el collar por la cabeza. Todos coincidieron en que había sido una “muerte horrible”.
Solo días más tarde, como recogieron en DIARIO DE AVISOS Héctor Fajardo y Alfonso Ferrer, se habló de la aparición del cadáver de otro animal, que se uniría al ataque del que fue víctima otro de ellos, en la misma zona, aunque este logró salvar la vida. Los testimonios decían que tenía dos orificios en un costado, hechas, casi, de manera quirúrgica y sin sangre alrededor: ¿se trataba del chupacabras de Tenerife?
La leyenda del chupacabras de Tenerife
La primera vez que se utilizó el término chupacabras fue en Puerto Rico, en 1995. Fue allí cuando, en teoría, habría matado a ocho cabras con una precisión escalofriante: abriendo orificios en sus pechos, no dejando rastro de sangre. El imaginario popular se puso rápidamente en marcha: aquella bestia chupaba la sangre y las vísceras a los animales domésticos que, generalmente, se encontraban en zonas rurales, alejadas y sin vigilancia.
Madeylen Tolentino, de la localidad de Canóvanas, fue la primera persona que dijo ver al chupacabras. Lo describió como un ser “terrorífico y parecido a un extraterrestre”. Haciendo caso a esos primeros presuntos testigos, mediría entre 1,20 y 1,50 metros de alto, tenía ojos grandes, garras y su cuerpo, en la parte de la espalda, estaba cubierto de púas.
Los relatos sobre el chupacabras, que volverían a cobrar fuerza a principios de 2000, se extendieron como la pólvora, sobre todo gracias a Internet, asociando a aquella extraña criatura con seres extraterrestres llegados a nuestro planeta con un fin desconocido. Pero: ¿por qué se denominó el chupacabras de Tenerife a lo ocurrido en Taco si había ocurrido en 1977?
Misterio y explicación a posteriori
Volvamos a 1977. Tras aquellos ataques a perros, el cuerpo sin vida de un cerdo en Guamasa, cuyo dueño aseguró que tenía “unas heridas muy raras” en el hocico, provocó la atención -aún mayor- de parte de la prensa. El boca a boca funcionaba, expandiendo esa leyenda. La histeria dio un paso más allá: el cuerpo de una persona había sido encontrado con las mismas heridas del supuesto chupacabras de Tenerife.
Ante esta situación, a la Policía Nacional no le quedó más remedio que tomar cartas en el asunto. Muñoz Yébenes, jefe de prensa de la Policía, compareció ante los medios explicando la hipótesis que barajaban. En primer lugar, no era real que los perros hubieran sufrido la extracción de parte de sus órganos, siendo uno de ellos muy fiero, por lo que una de las explicaciones es que alguien hubiera decidido matarlo. Para explicar la existencia de los agujeros, se aclaró que tanto en Taco como en Guamasa, en aquellas zonas, había proliferación de ratas “de hasta un kilo de peso”. La existencia del chupacabras de Tenerife se tambaleaba.
Según la versión oficial, “en la noche, un individuo se acerca hasta el perro, que permanece atado a la cadena y le mata; posteriormente le saca el collar del cuello y, levantando el animal, lo traslada hasta treinta metros de distancia para depositarlo tras un coche. Luego, antes de que amanezca, las ratas se acercan hasta el cuerpo inerte del perro y, abriendo un agujero en su piel, le comen ciertas partes de sus órganos”, citaban en el DIARIO Fajardo y Ferrer.
Esos autores recordaron que el 5 de marzo de ese año fueron muchas las personas que vieron surgir “una bola de fuego” desde el mar, algo que, rápidamente, fue asociado a un OVNI. Aquello “sirvió para consolidar la idea de que Canarias era un archipiélago mágico pese a que, ya desde aquellos días se resolvió el enigma estableciendo como causa unas pruebas balísticas con misiles disparados desde submarinos en el Atlántico”.
Ricardo Campo, doctor en Filosofía de la Universidad de La Laguna, elaboró un interesante informe al respecto, recogiendo testimonios directos de todas aquellas personas que participaron en aquel relato del chupacabras de Tenerife.
En el mismo, se alude también a la posibilidad de que una secta satánica pudiera estar detrás de las mutilaciones, que, en ningún caso, tuvo una explicación sobrenatural sino, sencillamente, de una persona que no se encontraba “en su sano juicio” llegando a extraer sangre de los cuerpos ya inertes.
Con el paso de los años, cuando esta historia se extendió, se comenzó a hablar del chupacabras de Tenerife, una leyenda urbana que, cada cierto tiempo regresa al imaginario colectivo. La última ocasión fue hace solo unos pocos años, cuando en Perú, otra vez, comenzó a hablarse de mutilaciones de ganado. Las características ya las conocemos: orificios casi perfectos, cuerpos sin sangre, órganos extraídos…