En la región de Baviera, en el sureste de Alemania, los jabalíes han experimentado un aumento en su población sin precedentes. Este fenómeno ha llamado la atención de los expertos y la comunidad en general debido a una razón inusual: la radioactividad. Un estudio reciente ha revelado hallazgos sorprendentes sobre este enigma.
Investigadores de la Universidad de Hannover se embarcaron en un análisis profundo al examinar muestras de carne provenientes de 48 jabalíes salvajes cazados en Baviera durante el período entre 2019 y 2021. Los resultados fueron inquietantes: un 88% de estos ejemplares presentaban concentraciones de cesio radiactivo que excedían ampliamente los límites permitidos.
Lo intrigante de estas concentraciones de cesio es que revelaron dos variantes diferentes: cesio-135 y cesio-137. Esta diversidad en los isótopos radiactivos sugiere que la fuente de contaminación proviene de dos fuentes distintas, generando aún más incertidumbre en torno a este fenómeno.
El misterio que rodea a los jabalíes radioactivos plantea una pregunta crucial: ¿por qué solo estos animales presentan altos niveles de radiactividad? En contraste, otros seres vivos en su mismo entorno exhiben concentraciones de cesio mucho más bajas, lo que agrega complejidad a la situación.
El cesio-137, un isótopo radiactivo con una vida media de 30 a 40 años, parece tener un papel clave en este rompecabezas. Sin embargo, el cesio-135 es aún más intrigante debido a su longevidad radiactiva, que se extiende a lo largo de 2 millones de años. La presencia de concentraciones elevadas de cesio en los jabalíes sugiere la procedencia de una explosión nuclear. Por otro lado, concentraciones más bajas señalan su origen en instalaciones nucleares, como plantas de energía.
De todas las fuentes de radiactividad, el cesio-137 está relacionado con el 32% de la contaminación radioactiva en los jabalíes. Este isótopo proviene de la explosión catastrófica de la central nuclear de Chernóbil en 1986, un desastre que ha dejado un impacto duradero en el medio ambiente. A pesar de haber transcurrido 37 años desde el evento, la radiación persiste y sigue afectando a los jabalíes y su hábitat.
Sin embargo, el 12 al 68% restante de la contaminación radioactiva en estos animales es producto de las pruebas de bombas nucleares que se llevaron a cabo en Europa durante la década de 1960. Este aspecto es aún más alarmante, ya que las pruebas de armas nucleares dejaron una marca en forma de cesio-135, que tiene una duración radiactiva de 2 millones de años, un periodo difícil de concebir para la mente humana.
La gran incógnita que persiste es por qué los jabalíes en particular son más radioactivos que otros habitantes de su entorno. La respuesta se encuentra en la forma en que la radiación liberada tras la explosión de Chernóbil y las pruebas nucleares llegó a la atmósfera y se dispersó a través de los vientos, alcanzando lugares como Baviera. La lluvia posterior permitió que la radiación se infiltrara en el suelo.
La sensibilidad especial de los jabalíes radica en su alimentación. Estos animales consumen alimentos que almacenan grandes cantidades de radiación, como las trufas enterradas bajo tierra y las bellotas de árboles enraizados en suelo contaminado. A pesar de que han transcurrido décadas desde que se liberó la radiación, esta sigue afectando al entorno y a los jabalíes de manera persistente.
La consecuencia más directa de esta radiactividad es que la carne de los jabalíes de Baviera no es apta para el consumo humano debido a las altas concentraciones de cesio-135 y cesio-137. Aunque estos animales tienen una vida corta y no desarrollan cáncer como consecuencia de la radiación, este fenómeno plantea una reflexión sobre cómo las acciones humanas pueden tener un impacto duradero en la naturaleza y su equilibrio delicado.