El Árbol Garoé se erige como una fuente de vida en la isla de El Hierro, la más occidental del archipiélago canario. Esta isla volcánica, que atrae a visitantes de todo el mundo con sus paisajes espectaculares, no siempre ha sido un lugar fácil para vivir. Miradores que quitan el aliento, bosques frondosos y piscinas naturales impresionantes son solo algunos de los muchos encantos que la isla ofrece hoy en día. Sin embargo, siglos atrás, la vida en El Hierro presentaba numerosos desafíos, especialmente en lo que respecta a la obtención de agua potable.
La ausencia de fuentes de agua naturales como ríos, manantiales o pozos dificultaba enormemente la supervivencia en la isla. En este contexto, el Árbol Garoé, conocido también como el Árbol Santo, emergió como una solución crucial para los habitantes de El Hierro. Este tilo, situado a mil metros de altitud, tenía una capacidad única: podía condensar la humedad de las nubes bajas, haciendo que lloviera bajo sus hojas. Esta habilidad convirtió al Garoé en una de las pocas fuentes de agua potable de la isla durante muchos años. De hecho, el nombre «Garoé» proviene de las lenguas guanches y significa «río».
El agua del Garoé fue vital para los primeros colonizadores españoles que llegaron a la isla. Sin esta fuente natural, muchos habrían sucumbido a la deshidratación. Una leyenda local cuenta cómo una joven nativa utilizó el agua del Garoé para salvar a un soldado andaluz del que se había enamorado, lo que ilustra la importancia del árbol para la supervivencia en la isla.
Un árbol que significa mucho en El Hierro y Canarias
En 1610, un huracán destruyó el árbol original. Sin embargo, el Garoé no desapareció para siempre. En 1949, fue replantado y sigue siendo un símbolo central de la isla, incluso apareciendo en su bandera. Hoy en día, el Garoé es un punto de interés histórico y natural, con un centro de interpretación que proporciona información detallada sobre su importancia y su historia.
El secreto del Garoé radica en su capacidad para captar la humedad del aire. Los bimbaches, antiguos habitantes de El Hierro, lo consideraban un árbol sagrado debido a su capacidad para condensar la humedad de las nubes y transformarla en agua, un fenómeno conocido como lluvia horizontal. Este proceso, junto con la particular composición del suelo volcánico de la isla, contribuye a la creación de los exuberantes bosques de laurisilva que se encuentran en El Hierro y en otras islas occidentales como La Gomera.
Los visitantes de El Hierro pueden experimentar la magia de estos bosques a través de diversas rutas y senderos con grandes opciones de turismo en Canarias. Una de las rutas más populares es la Ruta del Agua, un circuito de 16 kilómetros que rodea el Garoé. Este recorrido permite a los caminantes descubrir bosques de laurisilva y fayal-brezal, así como antiguas ruinas y albercas. Además, la ruta ofrece vistas espectaculares desde miradores como el de La Caldera y permite conocer otros puntos de interés como la Central Hidroeólica Gorona del Viento. Esta instalación, que proporciona energía 100% sostenible a toda la isla, es conocida como el Garoé del siglo XXI.
El Hierro, con su clima privilegiado, permite explorar sus contrastes y paisajes durante casi cualquier época del año. Pasear por sus bosques y disfrutar de las infinitas tonalidades de verdes que ofrecen es una experiencia altamente valorada por los visitantes. Además, la isla cuenta con numerosas rutas señalizadas que son accesibles para todo tipo de caminantes, lo que facilita la exploración de sus tesoros naturales.
El Árbol Garoé no solo representa un recurso vital en la historia de El Hierro, sino que también simboliza la resiliencia y la capacidad de adaptación de sus habitantes. Su historia es un testimonio de cómo la naturaleza y la humanidad pueden coexistir y apoyarse mutuamente en un entorno desafiante. La relevancia del Garoé se mantiene viva hoy en día, no solo como un recuerdo del pasado, sino como una inspiración para las futuras generaciones que visitan y viven en la isla.
El Árbol Garoé es mucho más que un árbol; es un símbolo de vida y supervivencia, un icono de la historia de El Hierro y un testimonio de la estrecha relación entre los habitantes de la isla y su entorno natural. Su legado perdura en la memoria colectiva y continúa atrayendo a aquellos que buscan comprender y apreciar la singular belleza de esta isla canaria.