En plena efervescencia del poder romano, Italia Meridional y Sicilia se encontraban salpicadas de vestigios de colonias griegas, un territorio que los romanos denominaron «Magna Graecia». Uno de estos vestigios corresponde a Cumas, localizado en las inmediaciones de Nápoles. Este enclave guarda en su seno uno de los tesoros arqueológicos más emblemáticos: la Cueva de la Sibila.
La mencionada cueva reposa no muy lejos de lo que alguna vez fue Baiae, la «Ciudad del Pecado» romana y que los científicos no paran de descubrir nuevos hallazgos arqueológicos, cuyo pasado se halla en parte bajo las aguas del mar. Los restos de tres majestuosos baños termales romanos, a menudo erróneamente llamados «templos», son testigos silenciosos de aquella opulencia. Esta región cercana a Nápoles ostenta un patrimonio único, pues combina restos grecorromanos en tierra firme, bajo el agua y escondidos en el misterio de las cuevas.
La antigua leyenda grecorromana de la sibila de Cumas
Entre esos misterios destaca la figura de la Sibila de Cumas, sacerdotisa y oráculo del dios Apolo. El término «sibila» proviene del griego y hace alusión a una mujer con dones proféticos. Aunque hubo otras sibilas en la cultura griega, la de Cumas trascendió hasta inmortalizarse en las creencias romanas, llegando incluso a ser retratada en la Capilla Sixtina por Miguel Ángel.
Es innegable la marca griega en Roma, perceptible no solo en las estructuras arquitectónicas sino también en el alfabeto latino, derivado del griego, y en las prácticas religiosas. La Sibila de Cumas, según cuentan las crónicas, solía emitir sus visiones del futuro escribiéndolas en hojas de roble. Se dice que su don le permitía ser mediadora entre la vida y el más allá, convirtiéndola en guía del Hades.
En las narraciones míticas, se menciona que Apolo, prendado de la sibila, le ofreció inmortalidad a cambio de su amor. Ella, con astucia, pidió tantos años de vida como granos de arena pudiera sostener en su mano. Pero, al rehusar finalmente las insinuaciones del dios, fue condenada a envejecer eternamente.
Esta fascinante historia se entrelaza con la de Virgilio, poeta romano del 19 a.C., quien en su obra «La Eneida», menciona a la Cueva de la Sibila como el hogar de la profetisa. En la epopeya, Eneas, ayudado por la Sibila, desciende al inframundo para reunirse con su padre Anquises. Curiosamente, hay quienes vinculan este lugar con Tarquinius Superbus, el último rey romano.
La cueva de la Sibila cerca de Nápoles: la cueva de la antigua leyenda y de la ciencia
A pesar de su notoriedad, el sitio exacto de la cueva permaneció en el olvido hasta 1932, cuando el arqueólogo Amedeo Maiuri la redescubrió. Maiuri, reconocido por sus trabajos en Herculano, Pompeya y la Villa Jovis en Capri, logró desenterrar este enigma de la historia. Sin embargo, aún hoy se debate si la cueva descubierta es verdaderamente la que Virgilio describió.
El recorrido por esta cueva nos lleva por un pasadizo trapezoidal de 131 metros de longitud, tallado en piedra volcánica, que conduce a una cámara central. Aunque la descripción de Virgilio mencionaba cien entradas, en realidad hay menos, probablemente exageradas por la licencia poética del autor.
Para aquellos interesados en revivir este fragmento de la historia, la Cueva de la Sibila forma parte del Parque Arqueológico de Cuma, en Pozzuoli, cerca de Nápoles. Aunque su acceso es limitado, es posible programar visitas con anticipación. La zona alberga otras maravillas, como el Anfiteatro Flavio de Pozzuoli, una de las estructuras romanas más grandes de Italia.
La magia subterránea de lugares como la Cueva de la Sibila ha cautivado la imaginación humana por generaciones. En Roma, por ejemplo, el misterioso Mithraeum del Circo Máximo, templo subterráneo popular entre los soldados romanos, sigue evocando la espiritualidad y mitología que durante siglos ha definido la relación del hombre con lo desconocido.