A lo largo de la historia para los científicos y en prácticamente todas las sociedades humanas, se repite un patrón biológico desconcertante: las mujeres tienden a vivir más que los hombres. Esta diferencia no es un fenómeno cultural aislado ni un simple accidente demográfico, sino un misterio que ha intrigado a médicos, biólogos y científicos durante siglos.
Aunque los avances médicos y las mejoras en la calidad de vida han reducido la brecha de longevidad en algunos países desarrollados, un nuevo estudio sugiere que este desfase está profundamente enraizado en nuestra historia evolutiva. El hallazgo proviene de un análisis dirigido por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, que reunió a un equipo internacional de científicos para investigar el fenómeno con el mayor nivel de detalle hasta la fecha.
El mayor análisis comparativo de longevidad por los científicos
Para comprender mejor esta disparidad, los científicos examinaron datos de 1.176 especies de mamíferos y aves. Los resultados fueron claros: en los mamíferos, el 72 % de las hembras viven de media un 13 % más que los machos. En cambio, en las aves, la situación se invierte parcialmente: el 68 % de los machos superan en longevidad a las hembras, aunque en este caso la diferencia es de apenas un 5 %.
Según los científicos, esto indica que no existe una única causa, sino una combinación de factores genéticos, reproductivos, ambientales y sociales que moldean la esperanza de vida de cada sexo en distintas especies.
Una de las explicaciones más discutidas por los científicos es la llamada “hipótesis del sexo heterogamético”. En los mamíferos, las hembras poseen dos cromosomas X, mientras que los machos tienen un cromosoma X y uno Y. Al contar con un “repuesto genético” en forma de un segundo cromosoma X, las hembras estarían más protegidas frente a mutaciones dañinas, lo que les otorga una ventaja de supervivencia.
En las aves, la situación se invierte: las hembras son el sexo heterogamético, con cromosomas Z y W, mientras que los machos tienen dos cromosomas Z. De ahí que en este grupo los machos tiendan a vivir más tiempo. Sin embargo, los científicos advierten que esta hipótesis, aunque convincente, no explica todos los casos.
Estrategias reproductivas y cuidado parental
El estudio también encontró que las estrategias reproductivas influyen significativamente en la longevidad. En especies de mamíferos polígamos, donde los machos compiten intensamente entre sí por las hembras, las tasas de mortalidad masculina se disparan debido a combates, estrés y desgaste biológico. En cambio, en las aves, que en su mayoría mantienen sistemas monógamos, la presión competitiva es menor, lo que permite que los machos alcancen edades más avanzadas.
Además, el cuidado parental desempeña un papel central. Los científicos señalan que, en la mayoría de los mamíferos, las hembras invierten más en la crianza de las crías, lo que ha favorecido evolutivamente su supervivencia prolongada. En especies de vida larga, como los primates, esta longevidad garantiza que las madres vivan lo suficiente para asegurar que sus crías alcancen la independencia.
Excepciones que desafían las reglas
Los científicos también identificaron excepciones que matizan el patrón general. En muchas aves rapaces, por ejemplo, las hembras no solo son más grandes, sino que también viven más que los machos, contradiciendo la tendencia observada en otras especies aladas. Estos casos muestran que los cromosomas sexuales son solo una parte de la ecuación.
La investigadora Johanna Stärk, autora principal del estudio, subrayó que los factores ecológicos y las dinámicas sociales pueden alterar los patrones de longevidad. El tamaño corporal, el tipo de dieta y la exposición a depredadores también juegan un papel fundamental.
Para descartar la influencia de depredadores y factores externos, los científicos analizaron poblaciones de zoológicos. Allí comprobaron que, aunque la brecha de longevidad se redujo significativamente, no desapareció por completo. Esto confirma que la diferencia entre sexos no depende solo del ambiente hostil, sino que tiene una raíz biológica sólida.
El consenso de los científicos es que la longevidad diferencial entre sexos está vinculada a una combinación de genética, reproducción y evolución social. Aunque los avances médicos seguirán acortando la brecha en las sociedades humanas, parece improbable que desaparezca del todo. La biología, con su compleja herencia evolutiva, sigue inclinando la balanza hacia un mayor número de años de vida para las mujeres.