El viernes 20 de octubre de 2023, a las 7:43:20 de la tarde, hora del este, se registró un peculiar sonido en el Proyecto Galileo de la Universidad de Harvard. Diferente a los ruidos habituales de aves, aviones o viento, este sonido capturado por el sistema de monitoreo acústico omnidireccional (AMOS) del Proyecto no encontró correspondencia con fuentes conocidas, ni fue detectado por nuestras cámaras ópticas e infrarrojas. AMOS, con sus micrófonos pasivos multibanda, abarca un espectro desde infrasonidos hasta ultrasonidos, y es una herramienta esencial en la detección y análisis de fenómenos aéreos.
Este sistema se compone de tres subsistemas que cubren rangos infrasónicos (0,05 a 20 Hz), audibles (10 Hz a 20 kHz) y ultrasónicos (16 a 190 kHz), permitiendo así una amplia gama de detecciones. La audición humana, situada en este rango audible, se ha adaptado evolutivamente para procesar sonidos que transportan información significativa y son menos susceptibles a la atenuación por la viscosidad del aire.
Tras recibir reportes del público, identificamos que el sonido fue detectado casi simultáneamente en Harvard y New Hampshire, lo que sugiere una fuente lejana. Este hallazgo, enmarcado en la misión de Galileo de identificar Fenómenos Aéreos No Identificados (UAP), generó la hipótesis de una posible actividad extraterrestre avanzada. Analizando los datos proporcionados por Andy sobre la amplitud y duración de la onda de presión, calculé la energía y distancia de la explosión responsable del sonido. Los resultados apuntaron a una fuente explosiva de corta duración.
La modelación de estas ondas expansivas, una técnica perfeccionada durante el desarrollo de la bomba atómica en la Segunda Guerra Mundial, se basa en los trabajos de Taylor, von Neumann y Sedov. Estos estudios sobre auto-similitud y la relación entre presión, densidad y velocidad, simplificaron la resolución de problemas complejos de ondas expansivas. Utilizando esta metodología, deduje que la onda de presión, al llegar a AMOS, implicaba una explosión a unos 40 kilómetros de distancia, con una energía equivalente a 2,4 kilotones de TNT.
Esta energía y distancia sugerían la posibilidad de un meteoro, en particular dado el pico de la lluvia de meteoritos Oriónidas en esa fecha. Un meteoro de aproximadamente un metro de diámetro habría generado la energía explosiva detectada.