Un verano anticipado recibió ayer en el Archipiélago el inicio de la fase 2 de la desescalada, con normalidad y gran afluencia de público en las zonas costeras.
Más allá del inevitable incidente aislado, lo cierto es que la gran mayoría de los canarios, aquellos que residen en las islas de Tenerife, La Palma, Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura, respondieron ayer con el civismo adecuado a su entrada en la llamada fase 2 de la desescalada prevista por el Gobierno de España a cuenta de la pandemia actual.
Es la mejor de las noticias en una jornada donde se produjo un reencuentro particularmente importante para tantos isleños, como es la posibilidad de volver a disfrutar de los espacios acuáticos del Archipiélago, especialmente sus playas. A pesar de las restricciones (de aforo en la mayoría de los casos, pero también en forma de acotaciones o incluso cita previa), la gente estuvo a la altura, como se pudo comprobar en islas como Tenerife y La Palma. A la jornada ni siquiera le faltó un sol radiante que brilló entre unas temperaturas que invitaban, todavía más, al baño.
Pero lo cierto es que no solo estaba el reto de la playa, sino también uno que, a priori, era más arriesgado por las aglomeraciones que suelen producirse en los centros comerciales, donde también reinó ayer la tranquilidad y el respeto por normas elementales como el uso de la mascarilla en espacios públicos o la observancia de la llamada distancia social, más allá de algún apelotonamiento puntual en determinada tienda, prontamente solventado.
Tanto esta inicial demostración general de responsabilidad por parte de la ciudadanía, como la evolución de los datos sanitarios (que siguen siendo excelentes en Canarias) son dos argumentos más para que el próximo lunes estén en la fase 3 los residentes en La Gomera, El Hierro y la Graciosa, avanzadilla de toda España en este proceso de desescalada. Ayer mismo, como estaba previsto, se entregó en Madrid la documentación pertinente para que estas tres islas pasen a la última fase, antesala del fin de las restricciones fijadas por el estado de alarma, decretado en un cada vez más lejano 14 de marzo del año en curso.
Mientras los canarios siguen recobrando sus libertades, ayer dimitió la consejera regional de Educación, María José Guerra, quien reconoció que se va por el rechazo de la comunidad educativa. Ello ha motivado el nombramiento interino de José Antonio Valbuena (hay que firmar, sin ir más lejos, la orden regional para la desescalada en el sector). Pese a cierto entusiasmo en la oposición, ni el adiós de Guerra ni el cese anterior de su compañera de Sanidad, Teresa Cruz Oval, han supuesto, ni de lejos, los peores contratiempos a los que ha tenido que hacer frente un cuatripartito mucho más sólido de lo normal, tras un año, precisamente, por el calado de las adversidades vividas.