El pasado julio, el Instituto Geográfico Nacional detectó más de 600 microterremotos en las Cañadas del Teide, al sur de Pico Viejo. A algunos lugareños les dio mal fario: estos enjambres sísmicos son los que precedieron a la erupción del volcán de La Palma, de la que se cumple este lunes un año. Los geólogos creen que se deben a movimientos de vapor o agua en el interior del volcán y están tranquilos, el Teide no va a cambiar su apariencia majestuosa y calmada… de momento. Algunos estudios advierten de que no está dormido y avisan que hay que vigilarlo estrechamente.
Un trabajo liderado por el geólogo Joan Martí elaboró la probabilidad de que el Teide entre en erupción en los próximos años y cómo se desarrollaría esta. Publicado en el Bulletin of Volcanology, señalaba que el complejo volcánico Teide-Pico Viejo (TPV) “constituye uno de los principales complejos volcánicos activos en Europa pero tradicionalmente no se ha considerado que sea explosivo y que represente una significativa amenaza a la isla de Tenerife”.
No obstante, los resultados de dicho estudio “sugieren que el peligro asociado al TPV no es despreciable y debería ser cuidadosamente considerado para cuantificar el riesgo volcánico de Tenerife”.
Ya lo advertía el propio Martí en EL ESPAÑOL. “Es un volcán poco conocido del que se dice que está dormido. Pero nada de dormido. Sabemos que está bien activo, que se prepara para hacer erupción. La hará no sé cuándo, pero algún día la hará”.
El científico se apresuraba a mandar un mensaje de tranquilidad apuntando que no está en proceso preeruptivo y que no hay síntomas de que pueda estarlo, “pero es un volcán que hay que tener controlado”. Porque, si entra, supondrá “sin duda” un desastre mayor que el de La Palma.
El trabajo mencionado se realizó en 2011 y afirmaba que, por el número de factores de riesgo evaluados, el Teide sería un cono volcánico, -el volcán en realidad está bajo la montaña y ocupa todo el parque nacional que lleva su nombre-, con un alto grado de amenaza, advirtiendo que los volcanes inactivos o con grandes intervalos de recurrencia suelen ignorarse y por ello han producido grandes desastres en el pasado.
La última erupción del Teide
Aunque han pasado siglos desde su última erupción, en 2004 ocurrió un episodio de agitación que hizo arquear las cejas a los expertos. El volcán ha erupcionado 16 veces en los últimos 12.000 años, la más potente de ellas, de magnitud 5,3, fue hace 2020 años.
La probabilidad de una erupción de magnitud similar o superior es del 2,1% en los próximos 20 años. Esta aumenta hasta el 5,1% en los próximos 50 años, y hasta el 10% en el próximo siglo. La probabilidad de una erupción de magnitudes menores de aquí a 2060 llega hasta el 11,1%.
El trabajo también describe cómo serían estas erupciones. Los escenarios de riesgo que simula deja protegido el flanco sur de la isla gracias al muro de la caldera de Las Cañadas, así como la zona noreste, donde se encuentran los mayores núcleos de población (Santa Cruz de Tenerife y San Cristóbal de La Laguna).
En cambio, el flanco norte, sobre todo los valles de Icod y La Orotava, “están directamente expuestos a la mayoría de riesgos del TPV, particularmente a los flujos dirigidos por la gravedad”. No es descartable que la lava llegara a la costa, una de las zonas más densamente pobladas de una isla de 2.050 kilómetros cuadrados y más de 900.000 habitantes.
En el caso de erupción la mayoría de productos fonolíticos (rocas ígneas cuyo sonido al chocar es escandaloso) se emplazarían hacia el sur, en la depresión de la caldera de Las Cañadas, y hacia el norte, en los valles de Icod y La Orotava.
Las lavas estarían generadas por el aglutinamiento de grandes fragmentos piroclásticos generados en episodios de montañas de fuego. Se trataría de lavas de alta viscosidad y relativamente baja temperatura, lo que les permitiría fluir largas distancias conservando un grosor medio de diez metros.
Las lavas se adentrarían en los valles hasta por más de 16 kilómetros, pudiendo alcanzar la costa, cosa que ya ha ocurrido en anteriores erupciones. También hay riesgo de depósitos y corrientes piroclásticas.
“Todos estos peligros”, indica el estudio,. “alcanzarían fácilmente hoy en día las áreas más pobladas al norte del TPV pero podrían incluso alcanzar otras importantes localizaciones en los otros flancos en el caso de consecuencias plinianas y subplinianas (así se denominan las erupciones con intensas explosiones de gas tóxico y ceniza), dependiendo de la dirección del viento.
Alcance de las cenizas si el Teide entrase en erupción
Otro estudio más reciente, realizado por la física Elisabet Aguilar, calcula los efectos de una erupción del Teide (de magnitud entre 0 y 4) en base a la extensión del material piroclástico. La probabilidad de cierre de los dos aeropuertos de Tenerife sería del 20%, mientras que la del aeropuerto sur, más cercano al volcán, es del 40%.
Ya durante la erupción del volcán de La Palma, los propios aeropuertos de Tenerife tuvieron que cerrar y muchas rutas no volvieron a la normalidad hasta bastantes días después.
De hecho, el estudio de Joan Martí hace hincapié en que una erupción del Teide supone una amenaza significativa para los ochos aeropuertos canarios, ya que todos se encuentran en un radio de 300 kilómetros.
El daño a los edificios, según Aguilar, quedaría reducido a un pequeño área alrededor del Teide y ligeramente extendida hacia el noreste, donde la probabilidad de acumulación de una capa de cenizas de hasta 10 centímetros de grosor es del 40%.
Tenerife no sería la única isla afectada. Las más cercanas, La Gomera y Gran Canaria, también podrían verse cubiertas de una capa de cenizas de hasta un milímetro de grosor.
La visión del Teide domina toda la isla de Tenerife, la más grande del archipiélago canario. Sin embargo, no es el único lugar desde el que pueden producirse erupciones volcánicas. El trabajo de Martí apunta que, en realidad, la mayor probabilidad de una erupción en la isla porviene de erupciones basálticas a lo largo de dos zonas de rift que se extienden a ambos lados de la montaña como brazos que se alzan al cielo. Los vecinos de la isla, de momento, no dejan de mirar de reojo a su gran símbolo natural.