La guerra en Ucrania ha generado una diáspora de más de tres millones de personas, que han buscado refugio en países como Polonia, Hungría, Rumanía o Moldavia. Unos movimientos poblacionales guiados por la desesperación y que, según han denunciado las organizaciones sin ánimo de lucro internacionales, vienen aparejados de riesgos para los más vulnerables, que pueden caer en manos de mafias de explotación sexual o en la pobreza extrema.
Y, si bien todavía ha de concretarse -a nivel europeo- cuál será la fórmula mediante la que se dará respuesta a todos los refugiados, lo cierto es que, como ya ocurriera en otras emergencias como el volcán de La Palma, no se han hecho públicos datos acerca de cómo ha afectado la invasión rusa a los animales. Ni sobre la cantidad de domésticos que han sido desplazados o abandonados, ni lo que ha ocurrido con los de granja.
En este sentido, Internet ha puesto el foco en una de sus grandes estrellas: Stepan, el gato ucraniano con mayor número de seguidores en Instagram (más de un millón). Él y Anna, su humana, residían en Járkov, al Este del país; una de las localidades que ha sufrido más bombardeos desde el inicio del conflicto. Hace dos semanas, la cuenta @loveyoustepan hacía una publicación: “¡Estamos vivos! Gente, paren la guerra. El Ejército ruso sigue bombardeando a la población de Ucrania”.
No obstante, a medida que pasaban los días, nada se sabía de Anna y Stepan. La única información que trascendía era a través de una cuenta de Twitter con el mismo nombre, pero que no era gestionada por Anna, sino por una seguidora finlandesa que, motu proprio, quiso poner en marcha un movimiento en busca de “un armisticio inmediato para detener la guerra”. Para ello, empleaba fotografías del felino, acompañadas de mensajes en pos de la paz.
La tuitera báltica, que estaba en contacto con un reportero ucraniano que conocía al gato y su familia, fue aportando datos sobre el paradero de ambos, hasta que, tras una semana sin publicaciones oficiales, dejó de tener más noticias. Más tarde, aclararía que le habían pedido no difundir nada más hasta que se encontraran en un lugar seguro, por miedo a las represalias de las tropas de Vladímir Putin. Tan solo dijo que se dirigían a Polonia.
Mientras, los internautas recordaban lo mucho que se habían reído con las poses de Stepan, quien en las fotografías suele apoyar una de sus patas delanteras en una mesa, en la que generalmente hay colocada una copa de vino. Para algunos, había sido toda una forma de combatir las secuelas psicológicas del confinamiento; para otros, era un personaje que les generaba ternura. Aunque todos parecían coincidir en que se había convertido en un símbolo de resistencia.
LA ‘FOTO’ DE ANNA Y STEPAN
El 14 de marzo, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, publicó en su cuenta oficial de Instagram una foto de un gato y una chica abrazados, caminando con las ruinas de varios edificios detrás. Rápidamente, los seguidores de Stepan comenzaron a dar rienda suelta a su imaginación. “¿Será él?”, se preguntaban.
La instantánea había sido tomada en Irpin, ciudad perteneciente al óblast de Kiev. Los más optimistas quisieron creer que podían ser ellos, algo que el reportero en contacto con la familia de Stepan negaría, para disgusto de sus seguidores, que día a día publicaban tuits recordando los sentimientos que el gato les despertaba.
Finalmente, este miércoles @loveyoustepan en Instagram, el original, se pronunciaba. Y lo hacía para relatar cómo Anna y Stepan habían logrado salir de Ucrania y se encontraban en perfectas condiciones en Francia. “El 24 de febrero, por la mañana temprano, estábamos en casa, dormidos y tranquilos. Sobre las 05.00 horas, hubo una especie de explosión. Al principio no lo entendía muy bien. Pensé que habría sido un sueño”, contaba Anna sobre la jornada en que comenzó la intervención militar rusa.
Unos 30 minutos después, continuaron los estruendos. “Las ventanas temblaron. Salté de la cama y me di cuenta de que algo terrible estaba sucediendo. Estaban bombardeando Járkov, sobre todo el distrito de Saltovka, donde vivimos. La guerra había llegado a nuestra casa”, admite. Al respecto, describe cómo fueron testigos de “los proyectiles que golpeaban a las casas cercanas y empezaban a arder. Por algún milagro, nuestra casa permaneció en pie exactamente una semana. Al octavo día también sufrió daños”.
Vistos los ataques que estaban sufriendo, Anna cuenta que permanecieron dos noches en un refugio. Habían estado una semana sin electricidad, por lo que estaban prácticamente incomunicados. Luego, gracias a los voluntarios de Járkov, pudieron salir. “Nos llevaron a la estación de tren e hicimos el trayecto de Járkov a Leópolis”, en el que tardaron alrededor de 20 horas. “Luego seguimos hasta la frontera, hicimos la cola, en la que había unas 4.000 o 5.000 personas, y, después de 9 horas, llegamos a Polonia”.
Una vez en Polonia, detalla que “recibimos una oferta de ayuda de la Asociación de Influencers de Mónaco, quienes nos ayudaron a llegar a Francia”. Una vez que ya arribaron a territorio galo, asegura que solo pueden pensar en sus compatriotas: “Estamos muy preocupados por nuestros familiares en Ucrania, e intentaremos ayudar a nuestro país desde aquí con todo lo que esté a nuestro alcance”.