Los deseos rara vez suponen siquiera un rival digno de ser considerado como tal ante ese paradigma de la tozudez donde encuentra su némesis: la realidad.
Cuando las autoridades se resignaron ante la pandemia de la covid-19, dada la imposibilidad de acabar con el famoso coronavirus detectado por primera vez en Wuhan (China), optaron por el mal menor dado que al menos las vacunas amortiguaban la mortalidad que generó inicialmente.
Esa clave, y el incontestable hecho de que peor aún supondría para la sociedad mantener parada la economía otro año mas, condujo a las autoridades a reconocer implícitamente la derrota de la humanidad en esta batalla, una más de la guerra que, desde tiempos inmemoriales, libra contra los virus.
Por eso, hace unos dos meses, en España se levantaron restricciones tales como el uso de la famosa mascariila, seguramente el mayor icono popular en todo lo referente a este mal.
Libre de barreras, lo cierto es que las nuevas variantes de la covid-19 han aprovechado camino tan expedito para propagarse de tal modo que, por mucho que sean menos letales que sus predecesoras, la presión asistencial sobre los recursos sanitarios crece a un ritmo que no augura nada bueno, precisamente.
Basta con revisar la última entrega de las estadísticas sobre la incidencia en Canarias respecto a las anteriores 72 horas para informarse de que en ese periodo de tiempo tan corto han muerto otras 12 personas en relación con la pandemia, mientras que unos 1.800 isleños con edades superiores a los 60 años han dado positivo en esos tres días. Si Sanidad siguiera contabilizando los nuevos casos en el resto de la población, a buen seguro que tales cifras confirmarían lo que resulta evidente: la pandemia galopa de nuevo en modo tsunami.
Cierto es que tales datos sobre Canarias están distorsionados por un componente de tal calibre como es la reciente celebración de los Carnavales de Santa Cruz de Tenerife. La inminente celebración de los de Las Palmas de Gran Canaria no auguran nada bueno, por mucho que tal fiesta no llegue a los niveles de la chicharrera.
Así las cosas, resulta lógica que la ministra de Sanidad, la canaria Carolina Darias, recomendase ayer a la población ayer que recupere las mascarillas, cabe suponer que para su uso en interiores, donde tienen una eficacia plenamente contrastada.
Resta añadir que las aludidas nuevas variantes de la covid-19 (ayer la ministra Darias citó dos, la BA4 y la BA5) son especialmente contagiosas, por lo que no se puede descartar que, lo que desde ayer solo es una recomendación, pase a ser pronto una obligación.