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“El papanatismo hizo que Santa Cruz perdiera ejemplos de arquitectura magníficos”

El TEA Tenerife Espacio de las Artes con 'Materia Contemporánea, 50 años de arquitectura', muestra desde el 7 de julio las obras de los arquitectos Vicente Saavedra y Javier Díaz-Llanos
Vicente Saavedra y Javier Díaz-Llanos

ZENAIDO HERNÁNDEZ

Los materiales puros se perfilan con rotundidad en las paredes de hormigón con huella vegetal, en la madera, en el piso de cerámica… Nos vemos en el Colegio de Arquitectos de Canarias, obra que muestra el inconfundible sello de sus autores, los arquitectos Vicente Saavedra y Javier Díaz-Llanos. Con generosidad dejan que a viva voz conozcamos el impulso a su obra, que desde el pasado 7 de julio se ofrece en TEA Tenerife Espacio de las Artes en la muestra Materia Contemporánea, 50 años de arquitectura, que está abierta hasta el próximo 8 de octubre. La complicidad entre los dos profesionales se hace sentir desde el primer instante. La afonía pasajera de Vicente Saavedra no impide que las respuestas se compartan. Juntos han cubierto medio siglo de trabajo, con acierto profesional y solida amistad.

-¿Se conocían antes de abrir el estudio?

“Había cierta relación, pues los dos somos santacruceros: yo (Javier) estudié en La Salle y Vicente en las Escuelas Pías. Había afinidad entre las familias, nuestros padres y hermanos, pero nos vinimos a encontrar avanzada la carrera, que yo cursé en Madrid y él en Barcelona. Entonces hacíamos prácticas con los que llamábamos nuestros señoritos, arquitectos que nos acogían en su estudio. Pronto nos dimos cuenta de que estábamos interesados en las mismas cosas, y en septiembre de 1960 decidimos trabajar juntos. Vicente venía colaborando con Luis Cabrera y siguió en su estudio para terminar trabajos que tenía pendientes, mientras que yo hacía las prácticas de milicias, con el clásico un, dos, tres, durante seis meses. Ahí empezó nuestra relación, y hasta hoy”.

-La muestra reúne planos, dibujos, maquetas, proyectos en algunos casos no concluidos que se exponen por primera vez. Un trabajo ingente…

“Nos hemos quedado sorprendidos. Los comisarios son dos jóvenes arquitectos, José Manuel Rodríguez Peña y Rafael Escobedo, que han trabajado a fondo, sin descanso; tienen vocación de exploradores. Han descubierto cosas que teníamos medio olvidadas o que pasaban desapercibidas. Estamos muy agradecidos de su trabajo y de cuantos han intervenido, en especial del Cabildo de Tenerife, que ha permitido hacer repaso a nuestra trayectoria. Normalmente, estas exposiciones se hacen a título póstumo, para el disfrute de las familias, pues cuando surgen ya no están los autores. Es de agradecer cuanto han hecho para que podamos compartirlo hoy con los compañeros y amigos”.

-En el acto inaugural de la muestra citaban el trabajo de equipo, en el estudio…

“Y lo repetimos siempre, pues fue así como comenzamos y como se fueron desarrollando las obras. Hemos trabajado con excelentes aparejadores: Juan Antonio Pérez Ríos, Francisco Espinosa Linares y Andrés Asencio, que tuvieron una vinculación plena en las obras. Citamos también a Alvin Brautigan, que intervino como aparejador y constructor en Ten-Bel.”

-Les aplicaron a ustedes la etiqueta de estar en la corriente del brutalismo. ¿Acertaron?

“Es una tendencia comprensible la de clasificar por movimientos. Vicente hacía las cosas que le interesaban y yo las que parecían adecuadas. Lo hacíamos por separado y en el primer proyecto vimos que la coincidencia era enorme; empezamos a desarrollar esa línea, que alguien después dijo que era lo que en Inglaterra llamaban brutalismo. Así que, dijimos: pues que bien. Un representante del Consejo Superior de Arquitectura que nos visitó llegó a decir que lo nuestro era un brutalismo sensible. El caso es que nos interesaban los materiales puros, sin tener que revestirlos, utilizar la cerámica en los pavimentos y la escalera con la carpintería vista. Ahora hay una corriente que se llama minimalista y al verla creo que lo que hacíamos era también minimalismo, pues no queríamos añadir nada que no fuera necesario. Las primeras casitas que hicimos era un pavimento y con un techo que ni siquiera enlucíamos: dejábamos las grietas a la vista, con las viguetas, la tubería, la carpintería de madera… Nos interesaba el hormigón por cuanto lo podíamos moldear. Admirábamos la obra de Le Corbusier, que despreciaba lo perfecto; sus edificios se podían considerar crudos y hasta brutales, y sus resultados destacan por su potencia y crudeza, el brut de décoffrage”.

-Participan en la renovación en la arquitectura canaria, en lo que se ha dado en llamar Escuela de Tenerife.

“Partíamos de grandes profesionales, que ya se venían manifestando a favor de adoptar nuevas orientaciones. La Revista Nacional de Arquitectura celebró aquí en 1953 una sesión crítica, en la que participaron, entre otros, Luis Cabrera y Rubens Henríquez, que eran los más jóvenes y apostaban por una arquitectura moderna frente al neocanario. A nosotros nos correspondió dar otro paso, que ha tenido continuidad en la obra de compañeros que, por igual, han aportado muchos aciertos”.

-¿Qué pasó en los años 70 para que se creara este Colegio y surgiera la Exposición Internacional de Esculturas en la Calle?

“Se dieron las condiciones ideales y se vivió un momento mágico. Piense que la sociedad santacrucera no tenía las necesidades que sentimos ahora. El papanatismo hizo que se perdieran ejemplos de arquitectura magníficos. Sucedió con las obras del Cuadrilátero o con lo que se hizo en La Marina y la avenida de Anaga. Entonces se quería edificios altos, que llamaban modernos. Afortunadamente, surgió una corriente de renovación. Para nosotros, el edificio del Colegio de Arquitectos fue un reto donde quisimos mostrar nuestras ideas. Apostábamos por la integración de las artes plásticas y al proponer la obra Lady Tenerife, de Chirino, en la plaza, se fueron concatenando propuestas. Fue fundamental la labor de Eduardo Westerdahl, la de Pablo Serrano… Surge la idea de celebrar un Simposio de Arte en la Calle, la Exposición Internacional de Esculturas, y nos vemos en esa tarea”.

-La complicidad crece al recordar ese tiempo, con sus anécdotas y detalles.

“Vicente se dedicó en cuerpo y alma al proyecto; durante cuatro meses no pisó el estudio. Aquí tuvimos a Josep Lluís Sert, decano de la Facultad de Arquitectura en Harvard, que hizo su primera exposición en España tras un largo periodo de exilio, y con él a Joan Miró, que nos hizo el cartel. Era admirable el encuentro de las dos familias, oír a sus esposas dialogando, ajenas a cualquier compromiso, y percibir su apoyo y admiración por lo que estábamos haciendo. Cabe citar por igual a tantos y tantos que participaron y que compartieron el proyecto. Fue una iniciativa que dio impulso y despertó las aspiraciones y el carácter abierto y liberal de nuestra isla”.

-¿Ha languidecido ese espíritu?

“En parte se ha frenado, y nos corresponde a todos evitar que se duerma definitivamente. Se habla de algunas obras que han desaparecido o que se han deteriorado, entre ellas Penetrable, del venezolano Jesús Soto, que por cierto nos autorizó para desarrollar la escultura en esfera virtual. Preparamos varios proyectos y eligió uno”.

Ten-bel

-Vicente recuerda la entrevista que les hizo Maite Acarreta en RNE, en Locos por la Música.

“Soto, al que ofrecimos una guitarra, hizo un repaso de su vida. Ahora su familia no parece dispuesta a acatar su voluntad. También ha desaparecido la obra de Viseux, que era amigo de Pepe Abad y con el que mantuvimos una excelente relación. No somos conscientes del gran legado que tenemos”.

-La exposición muestra proyectos que no se han podido materializar

“Esa es la parte menos grata. Junto a las obras felizmente realizadas, como las de la Torre Solar, en Izaña, y otras del IAC o el Vintersol, están las que han quedado en el papel. Para nosotros tiene un valor especial la del Hospital Psiquiátrico, que se iba a construir en el espacio que hoy ocupa Tenerife II. Nos llevó tres años de trabajo y cuidamos todos los detalles. El proyecto se presentó en un congreso de Medicina Psiquiátrica y fue muy bien acogido. También se quedó en el olvido el auditorio que proyectamos para La Orotava”.

Ten-Bel, de modelo para el turismo sostenible a nido de torpeza y abandono

Tras participar en el Concurso Internacional de Maspalomas (1961), Javier y Vicente proyectan Ten-Bel. Siguen la máxima de Mies van der Rohe: “Dios está en las pequeñas cosas”. A los belgas no les gusta el hormigón: “Les recuerda a los búnkeres, pero les sorprende el éxito comercial, lenguaje que dominan y les motiva”. Cada tres meses les visita Mr. Edward. Comparten propuestas y aceptan que “la inspiración llega cuando desea; que se requiere tiempo para desarrollar las ideas y que las prisas son malas consejeras”.

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