Aires de fronda

La legendaria pasividad de Rajoy, su tendencia a no hacer nada y esperar a que los problemas se resuelvan solos, ha condenado a la invisibilidad a sus 123 diputados

La legendaria pasividad de Rajoy, su tendencia a no hacer nada y esperar a que los problemas se resuelvan solos, ha condenado a la invisibilidad a sus 123 diputados. Pedro Sánchez, con 90, ha ocupado la centralidad del escenario postelectoral, que le permite intentar pactos a su derecha y a su izquierda, y ha relegado a los populares al baúl de los recuerdos. Porque cada vez resulta más evidente que la no aceptación de la propuesta real de ir a la investidura fue un error político que le privó de la iniciativa y el protagonismo. Rajoy y sus nefastos asesores creyeron que la presidencia le caería en las manos como fruta madura tras el fracaso del líder socialista, pero las cosas en política no son lo que parecen. Y las cosas están tan mal para el Partido Popular, que su única posibilidad actual es jugársela a la ruleta de unas nuevas elecciones. Con Rajoy de nuevo de candidato, encima.

Claro, que también hay que reconocer que esa pasividad del presidente en funciones nos ha librado del mantra tantas veces repetido de que ha ganado las elecciones y debe gobernar al ser la lista más votada. Habría que recordarle las ocasiones en que su partido ha integrado o colaborado con Gobiernos de perdedores. Sin ir más lejos en 2007, cuando los socialistas ganaron las elecciones autonómicas canarias con 26 diputados, pero el Partido Popular, con solo 15, pactó con Coalición Canaria, que tenía 19, y le dio a los nacionalistas la presidencia del Gobierno regional.

La evidencia de que el presidente de los populares ha conducido al partido al desastre, y de que les espera un largo futuro de ostracismo, ha levantado aires de fronda en los despachos de Génova y otros despachos. Los jóvenes vicesecretarios, diputados regionales y alcaldes en edad de merecer, utilizados hasta ahora en una patética operación imagen de falsa renovación, se están rebelando cada vez más abiertamente porque vislumbran que el porvenir de éxito que esperaban -y que les habían prometido- se deshace. Y solo están dispuestos a aceptar la herencia de Rajoy a beneficio de inventario.

El dicho popular dice que los aires de fronda hacen crujir las viejas ramas. Pero los aires de fronda de los votantes desencantados y los jóvenes populares pueden algo más que hacer crujir a Rajoy. Un Rajoy que la noche electoral, en lugar del falso “¡hemos ganado las elecciones!”, tendría que haber dicho simplemente una palabra: “Dimito”.

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