Madrid

Se sabe que la grandeza es un regalo de la responsabilidad, de la dignidad, de la personalidad

Se sabe que la grandeza es un regalo de la responsabilidad, de la dignidad, de la personalidad. Semejante gracia está amparada en la negativa a que otro te modele, a que eres tú el que sostiene el equilibrio. Lo propio es creer en los valores que distinguen, aunque no estén de moda. Y eso lo han conseguido algunas personas y algunas instituciones. Con fallos contamos todos, porque ningún mortal es perfecto. Ahora bien, la regularidad confirma. De manera que es manifiesto el presidencialismo exacerbado, el despiste con los entrenadores (el tal Mourinho en la cumbre), la dispersión, etc. y etc., mas el Madrid es uno de esos modelos.

Forma parte de la genética de ese equipo lo que el tiempo le ha otorgado: la lucha, el pundonor, el no claudicar, el saber cómo ganar. Así es que, a pesar de campeonatos de liga calamitosos, han conquistado la Copa de Europa o la Liga de Campeones. Cinco finales, cinco títulos. Excepcional. Y uno mira alrededor y descubre. Descubre en la radio, por ejemplo, una tertulia sobre la gesta en la que el enemigo (que no adversario) puso el punto. Se hablaba del Real Madrid y de la Champions, pero, si los merengues, el referente inevitable de los de aquella punta: Barcelona. Por dos cosas: la parte infausta del catalanismo (esa que excluye a los catalanes de ser catalanes porque no son como ellos; a los Pujol, los Mas y a otros adheridos me refiero), la parte infausta viene de su incapacidad para entender que la periferia ha asentado los principios más sugestivos de las épocas contemporáneas sobre las ciencias, la economía o las artes. La cuestión que domina a esos incautos es que la alpargata y la sardana son universales y que el núcleo ha de desplazarse. Por eso se mueven (aparte de asuntos de prosperidad, cual se sabe por el nombrado Pujol), para convertir a Barcelona en el “centro del mundo”, como fue Cuzco para los incas. Lo segundo es que lo que los representa en el mundo es más que un club, lo cual es sorprendente. Y, claro, si es el mejor conjunto del mundo, la liga sin jugar, la copa no digamos y la Champions League… Es posible alguna excepción, para confirmar, siempre que no sea el Madrid.

Ese es el referente de los que se quieren, respetan y se afianzan en sí mismos. Por eso el Barcelona siempre celebra sus títulos acompañado; se oyó en el balcón acreditado cara al público “Madrid, c…, saluda al campeón”. En la última, ni una sola alusión a su contrario por los blancos. Los grandes se bastan a sí mismos.

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