El cuadro

En primer lugar cabe advertir de que la petulancia de la policía en EE.UU. contra personas de raza negra habría de traer consecuencias

Cuatro titulares de prensa me permito estampar en este escrito: uno, tres policías mueren en un tiroteo en Luisiana; dos, Occidente advierte contra la represión en Turquía tras el golpe; tres, la apertura de la frontera entre Venezuela y Colombia desborda las expectativas; y cuatro, el Chacho dijo: “Volví a Madrid para ganar títulos, gané más de los que hubiese imaginado y es el momento de volver a la NBA”.

En primer lugar cabe advertir de que la petulancia de la policía en EE.UU. contra personas de raza negra habría de traer consecuencias. Hemos leído sentencias llamativas; nos hacen corroborar el color de la piel que prima en este planeta. Se prima el amparo de la autoridad aunque se carezca de razón. Así, la violencia engendra violencia. Miembros que fueron del ejército de ese país se ejercitan contra blancos con uniforme. Lo previsible es que todas las personas cuenten con protección y justicia. Si falla el sistema, siempre alguien se toma la dicha justicia por su mano. ¿Justificable? No; pero ocurre.

Segundo: en un país del siglo XXI, entre lo árabe y lo cristiano, la actitud déspota de un gobernante incendia el coraje del ejército que sale a la calle para reponer la democracia y los valores laicos. Campa la corrupción y los ataques a la libertad de prensa. Se salva el mandatario en cuestión porque los ciudadanos amparan la democracia y salieron a la calle. No importa que el dicho golpe fuera una birria, importa que Erdogan apriete las clavijas con millares de detenciones, limpieza sistemática en zonas estratégicas como la enseñanza, la justicia, los periodistas y proclame actualizar la pena de muerte. ¿Cuál será el futuro de Turquía? Acaso la realidad nos sorprenda.

Tercero: un Estado con riquezas incalculables vive al amparo de la inanición. La frontera del vecino que confirma la calamidad salva a los ciudadanos de los requisitos más nimios. Ni se puede tolerar la desazón ni ignorar que la cordura ha de ser el empeño de un gobierno. ¿La prórroga salva a esas almas del infierno o es previsible el enfrentamiento larvado? Someter a un país por el poder tiene consecuencias: el infortunio.

Y cuatro: un hombre nos advierte de que el éxito no es lo básico, que si alguna razón asiste a los seres humanos es comprometerse con la valentía y la dignidad. Acaso no sean estos valores defendibles hoy, pero ante el descrédito y el descalabro que nos rodea ejemplos como los del Chacho nos hacen pensar que acaso sea posible mitigar lo siniestro de este condenado mundo.

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