Fernando Arenzana: “Las políticas en ciencia son rácanas y la inversión es paupérrima”

Considerado uno de los científicos españoles con mayor proyección internacional de los últimos años, critica la falta de inversión en ciencia e investigación por parte de los últimos gobiernos
Fernando Arenzana, durante la entrevista concedida al DIARIO. / Andrés Gutiérrez
Fernando Arenzana, durante la entrevista concedida al DIARIO. / Andrés Gutiérrez

Considerado uno de los científicos españoles con mayor proyección internacional de los últimos años, el doctor Fernando Arenzana Seisdedos (Sevilla, 1954) ha consagrado su vida al estudio de las enfermedades que tienen que ver con los virus y los mecanismos de infección viral; los retrovirus, como el sida; o los flavovirus, como el del dengue. Su primer contacto con la medicina, curiosamente, fue en el Hospital de la Candelaria, junto al doctor Javier Dorta. Tres décadas después, y tras una larga y exitosa carrera en Francia -donde llegó a ser director de Investigación del Instituto Nacional de Salud-, el año pasado fue nombrado director científico del Instituto Pasteur de Shanghái (China). Estos días participa en el Campus África, una iniciativa que aplaude y que considera debe perpetuarse y ser tomada como ejemplo. De todo ello dialoga en esta entrevista.

-Las enfermedades tropicales y los virus vuelven a situarse en el primer plano informativo, con la epidemia de zika que azota a algunos países americanos. Muchos expertos consideran estas patologías como la gran epidemia del siglo XXI. ¿Está de acuerdo?
“Creo que es una de las grandes preocupaciones del siglo XXI. Las condiciones de comunicación, de intercambio de mercancías, los grandes viajes y las aglomeraciones humanas hacen que estas patologías sean importantes; pero tenemos otras grandes preocupaciones de salud pública en estos momentos, como las enfermedades crónicas, las metabólicas, etc. Lo que ocurre es que el impacto de esos factores de comunicación e intercambio en todo el mundo afectan de una manera dramática a la difusión de determinadas enfermedades emergentes; como también los cambios en ciertos ecosistemas, en el caso de las patologías transmitidas por vectores (insectos), que han permitido que se colonicen regiones enteras por vectores que no eran propios del lugar. Y eso hace que se den todas las condiciones para que se produzca una emergencia sanitaria en algunos puntos donde no se presuponía que podía ocurrir”.

-Precisamente, el zika es un ejemplo de esto, ¿no es así?
“El zika no se daba en la zona donde ha aparecido ahora, pero hay otros ejemplos que todavía son más radicales, porque además en esos países americanos sí se daban otras enfermedades arbovirales. Y tenemos casos donde no había siquiera enfermedades transmitidas por vectores, que aparecieron de la noche a la mañana, como el chikunguña en Europa, cuya eclosión en Italia fue en una zona donde no había esa enfermedad, que se puso de manifiesto por la llegada de pacientes de India y la presencia atípica de vectores en el Adriático”.

-¿Y estamos preparados para afrontar estas epidemias?
“Tenemos medios y hay capacidad de respuesta, pero no siempre estamos preparados para afrontar situaciones como las que está provocando el zika en Brasil. Desgraciadamente, en estos casos vamos un poco por detrás de las infecciones, y quizá las políticas de salud pública deberían insistir precisamente en esto, en la anticipación, no solo en lo que se refiere a prevenir lo que ya sabemos que puede emerger, sino anticiparse a lo que todavía no emergió. Eso nos llevaría a dar un paso más en el control y la profilaxis de estas epidemias, aunque evitar que ocurran es imposible”.

-Usted lleva años fuera de España, en una entidad de referencia en el mundo de la investigación como el Instituto Pasteur. ¿Cómo ve la situación de esos jóvenes investigadores españoles que se ven obligados a irse para poder seguir su carrera profesional?
“Primero, es importante clarificar que irse fuera no significa perder a nadie. En la carrera científica, marcharse al extranjero o cambiar de ámbito, en la inmensa mayoría de los países del mundo, forma parte del aprendizaje y del ADN del científico. El problema es cuando se van por desesperación, en malas condiciones y, sobre todo, cuando el retorno es muy difícil o imposible. Esto es otra cosa. Pero no podemos abusar del término fuga de talentos”.

-Pero, ¿a qué cree que se debe esta marcha desesperada de investigadores de nuestro país?
“Creo que las políticas en ciencia son rácanas, y España no puede permitirse unos niveles de inversión en ciencia tan bajos. Tenemos la obligación de hacer ciencia y conocimiento en abstracto, y no hablar tanto de innovación tecnológica. Nuestra inversión es paupérrima, muy baja y no se corresponde con lo que debería ser nuestro país. La cronicidad de esas políticas rácanas también nos dice que hay algo que culturalmente no se ha asentado en España, como es considerar la ciencia como línea de progreso. En otros países, ese concepto ha calado en la sociedad, que incluso lo ha hecho suyo, y entiendo que es el pueblo quien debe exigir eso con su voto. No solo basta con aparecer en los rankings, sino producir y transformar el saber”.

-Además, se ha demostrado que España tiene mucha capacidad, porque hay muchos españolas dirigiendo proyectos importantes en otros países…
“No hay una genética española particular para hacer ciencia, pero España tiene sus estructuras y está dotada para formar. Me llama la atención que, a pesar de las críticas que se le hacen a las universidades, estas pongan en la calle una gran cantidad de jóvenes muy bien formados, y hay que ir con cuidado cuando se lanzan críticas contra ese sistema. Hay muchas cosas que cambiar, por supuesto, y a todos los niveles, pero los sucesivos Gobiernos han sacrificado la ciencia de una forma brutal cuando han llegado las dificultades. Por ejemplo, China, donde yo resido actualmente, está viviendo una importante crisis de desarrollo y expansión, pero su inversión en ciencia e investigación no solo se ha mantenido, sino que ha crecido; porque el Gobierno chino y la propia nación han entendido que no se puede mirar hacia el futuro si no se está a la cabeza en desarrollo del saber. Es una opción política, y hay que tener el valor de llevarla a cabo”.

-De forma más modesta, Canarias también está apostando por la ciencia y la investigación, y prueba de ello es el Instituto de Enfermedades Tropicales. ¿Considera que esta es la línea que hay que seguir?
“Sin duda. No conozco la realidad al detalle de Canarias, pero sé los esfuerzos que hacen mis colegas de aquí y sé que hay anclajes científicos que son muy importantes, no solo en Astrofísica. Es la ventaja de tener un Gobierno autonómico con capacidad de decidir, que apuesta por incrementar la inversión que llega desde el Gobierno central. Hay una preocupación por la formación y la investigación, y habrá que dimensionar ese esfuerzo para que los resultados se concreticen. Porque es muy importante que los resultados sean visibles para seguir avanzando”.

-Aquí se mira mucho hacia África, no solo desde una óptica positiva, por las posibilidades que ofrece el continente; también se ven con preocupación problemas como la inmigración o las enfermedades tropicales, como la malaria, el dengue, el ébola…
“Pero esas preocupaciones son propias de nuestro tiempo, y nos toca hacerles frente. Preocupaciones vamos a tener siempre, porque la eterna felicidad sin amenaza no corresponde a una sociedad moderna y abierta como la canaria. Canarias tiene un papel muy importante que jugar en España y Europa, y así se demuestra con su predisposición para ir a África y escucharla, una preocupación que otros países no tienen”.

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