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La ola de calor más letal en Canarias: 13 personas murieron hace 20 años

Un temporal de viento cálido procedente del Sahara batió récords de temperaturas, sobre todo en el Sur; más de 60.000 animales de corral murieron asfixiados en las Islas

El calentamiento global, cada vez más presente en nuestras vidas, ha multiplicado en los últimos años las olas de calor y la llegada de calima a Canarias. El Archipiélago ha sufrido numerosos episodios meteorológicos anómalos en lo que va de siglo, algunos de graves consecuencias, como el de hace ahora 20 años por la acción de vientos calientes del sureste procedentes del Sáhara, que convirtió al Archipiélago en un horno irrespirable.

Entre el 24 y el 28 de julio de 2004, una masa de aire cálido africano disparó las temperaturas hasta los 43 grados centígrados a la sombra en la medianía del sur de Tenerife, un registro sin precedentes en décadas. La consejería de Sanidad confirmó la muerte de 13 personas en toda Canarias, la mayoría de avanzada edad a causa de la ola de calor más intensa registrada por el Centro Meteorológico Territorial.

Siete de las víctimas residían en Gran Canaria, cuatro en Tenerife, una en La Palma y otra en Lanzarote. Se contabilizaron 113 atenciones en los centros hospitalarios (84 en Tenerife y 49 en Gran Canaria) y 30 personas fueron ingresadas con cuadros de deshidratación.

Los cinco días de sol abrasador, calima y, sobre todo, viento tórrido causaron estragos en el campo, con cuantiosas pérdidas en la agricultura –el calor arrasó con gran parte de los cultivos de la medianía- y más de 60.000 animales de corral, entre gallinas, pollos y conejos murieron asfixiados en granjas, sobre todo en Fasnia, Güímar y Candelaria. La burbuja infernal generada por el temporal de vientos calientes racheados acabó con el 30% de la producción platanera, de aguacates y viñedos en La Palma, según el cálculo del Cabildo.

También en Tenerife, el Cabildo adoptó medidas sanitarias en los centros de mayores para atenuar el impacto de la ola de calor entre los usuarios, mientras el Gobierno de Canarias recomendó a la población beber agua cada hora, hasta los dos litros diarios, evitar la práctica de ejercicios, salir lo imprescindible y cerrar las ventanas y cortinas en las casas.

Dormir no resultó nada fácil aquellos cinco días, ya que las temperaturas mínimas (las nocturnas) no bajaron de los 30 grados centígrados, el registro más alto desde agosto de 1961, según la estadística del Instituto Nacional de Meterología, antigua denominación de la actual Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).

Las dos capitales canarias no se libraron de la canícula: Santa Cruz de Tenerife marcó 41 grados y Las Palmas de Gran Canaria, 40, mientras que, en Lanzarote, los termómetros llegaron hasta los 43.5 grados. Solo El Hierro registró temperaturas por debajo de los 40 grados.

INCENDIOS FORESTALES

Los montes de Tenerife, La Palma y Gran Canaria sufrieron el zarpazo del fuego, aunque los 12 conatos de incendio declarados en esa semana se controlaron a tiempo. Hubo otros parámetros que revelan la magnitud de este anómalo episodio meteorológico, como, por ejemplo, el aumento del 50% en el consumo de agua en Tenerife y del 10% más de electricidad. Las ventas de aparatos de aire acondicionado y ventiladores se multiplicaron por diez en las grandes superficies y los stocks se agotaron.

Después de cinco días infernales, el Archipiélago recuperó los vientos alisios y los termómetros comenzaron a bajar hasta los niveles normales del verano. Solo entonces, Canarias respiró aliviada.

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