La reina

La reina dijo: “Denme tres razones para no votar por el Brexit”. La más alta representante de la Gran Bretaña se manifestó y ganó. Cuando acudió a Escocia para abrir las nuevas sesiones del Parlamento allí, requirió “paciencia” a esos contribuyentes. Siguió con su labor. Lo que la gran soberana de casi 100 años ostentó es el contubernio intransigente de una gran parte de ese país: creer que ellos no están fuera de lugar, que quien está fuera de lugar es el mundo. Por eso, si el resto de los mortales nos hemos puesto de acuerdo para usar el metro por eficacia, ellos a lo suyo; si por lo mismo hemos optado por el kilo, ellos en su labor; si por seguridad los coches se conducen por la derecha, ellos por la izquierda. Son únicos, y no ceden; no es que no entiendan los acuerdos y conveniencias del resto de los humanos; los humanos no los entienden a ellos, ya digo. No es vano, por tanto, para los ingleses que exista una Unión Europea, siempre que sea como ellos deciden que sea. Ni razón ni política se encuentran. En eso, insisto, son concluyentes: el problema no es que la Gran Bretaña sea islas; el problema es que Europa es continente.
La reina, pues, expuso; expuso que está fuera de órbita. Porque en su labor se encuentran la unilateralidad y el inmovilismo vistos. Sin considerar el inconveniente que ello conlleva: eso es solo su patrimonio. Así es que en la sesión del parlamento dicho, un escocés pudo haberle pedido a doña Isabel que respondiera a su pregunta: tres razones por las cuales Escocia no ha de ser independiente. La proverbial madeja de incongruencias (¿inglesas?) da ratas saltando del barco en desbandada, sumas a la xenofobia, a la contumaz e infame exclusión y exclusividad. Por eso el Brexit es una de las más extraordinarias noticias recibidas por Europa en los últimos 20 años. Y no es porque, a Dios gracias, el chantaje a que nos han sometido desde la suprema Thatcher, siguiendo por el inefable Blair y pretendido (con la ayuda de los varones de la UE) por el insigne Cameron tenga los días contados, sino porque las cosas son como son, sin tener que tragar el “sí” que más de las veces es “no”.

Ojo al tiento, de todas formas: el Brexit puede convertirse en el más sublime de los dichos chantajes. Ya agarran clavo: Europa es buena y ha de manifestarse como tal. La UE les viene bien para mantener la libra y la City en su sitio. Mas es de desear que, por una vez, Europa se resista y exija definitivamente “¡paga!”.
Que les vaya bonito.

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