Más contradicciones de la democracia

El jueves pasado analizábamos algunas contradicciones de la democracia en relación con el referéndum británico que ha decidido la salida del Reino Unido de la Unión Europea

El jueves pasado analizábamos algunas contradicciones de la democracia en relación con el referéndum británico que ha decidido la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Y estos días se ha producido otro hecho que pone de relieve otras contradicciones de la democracia; otras paradojas e incongruencias de un concepto y una realidad complejos y poliédricos, que muchos utilizan con excesiva ligereza y falta de rigor. Porque, en términos democráticos, las cosas no suelen ser lo que parecen. En Turquía ha fracasado un golpe de Estado militar, el quinto de su historia reciente, y todos se han congratulado de su fracaso y del restablecimiento del orden constitucional. Pero el problema es que el triunfo del presidente y del Gobierno legítimos en cuanto a su origen formal no significa necesariamente el triunfo de la democracia. Hace tiempo que el presidente Erdogan y el Gobierno turco han perdido la legitimidad democrática material de ejercicio.

Al margen de la formalidad de los debates parlamentarios y de las manifestaciones oficiales, la vida política turca real no se corresponde con parámetros democráticos. En el enfrentamiento militar y la represión del nacionalismo kurdo se violan sistemáticamente los derechos humanos. La libertad de opinión es una utopía; y multitud de periodistas, profesores universitarios, líderes sindicales y otros ciudadanos son detenidos o están en la cárcel por supuestos delitos de opinión. Se cierran medios de comunicación por los mismos motivos. Y la islamización creciente de la sociedad propiciada desde el poder está destruyendo los principios laicos de la República fundada por Kemal Atatürk, principios de los que el Ejército turco siempre ha sido garante, aunque Erdogan intenta distraer la atención atribuyendo la autoría intelectual del golpe al líder religioso Gülen, exiliado en Estados Unidos.

Da que pensar que casi la cuarta parte de los quince mil jueces turcos, incluyendo magistrados del Tribunal Supremo y del Constitucional, hayan sido destituidos, detenidos o estén en busca y captura por presunta connivencia con el golpe. Da que pensar que Erdogan y las masas que inundan las calles en su apoyo reclamen el restablecimiento de la pena de muerte, que la Constitución turca prohíbe. Y da que pensar que en el linchamiento de algún soldado golpista rendido se utilizara la decapitación, al modo yihadista. Da que pensar en términos democráticos.

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