Las cuartas elecciones

Las primeras elecciones generales de la actual democracia, en 1977, configuraron el sistema político de la Transición, un sistema que se mantuvo invariable hasta las elecciones del pasado mes de diciembre.

Las primeras elecciones generales de la actual democracia, en 1977, configuraron el sistema político de la Transición, un sistema que se mantuvo invariable hasta las elecciones del pasado mes de diciembre. El comportamiento electoral de los españoles, traducido por un sistema electoral de rendimientos mayoritarios, alumbró un bipartidismo turnante apoyado por una constelación de un reducido número de partidos periféricos nacionalistas de centro derecha. La misma noche de las elecciones ya se sabía cuál de los dos líderes de los dos grandes partidos iba a formar Gobierno, bien porque había alcanzado la mayoría absoluta, bien porque disponía de una amplia minoría, que iba a ser reforzada por catalanes o vascos a cambio de determinadas concesiones. En ese contexto, el artículo 99 de la Constitución tenía una aplicación meramente formal y protocolaria, y las consultas del Rey adquirían un cierto trasfondo teatral e innecesario. De hecho, el monarca las celebraba para dar cumplimiento al mandato constitucional y no porque las necesitara para saber a qué candidato a la investidura iba a proponer.

A pesar de las críticas que suscita, el sistema era muy funcional y estaba perfectamente adaptado a las características de nuestra cultura política. Permitió una sucesión fluida de Gobiernos indiscutidos con un número mínimo de negociaciones y pactos de investidura, y aseguró la gobernabilidad del país por más de treinta años. No en vano, el otro periodo comparable de estabilidad política e institucional fue la Restauración, en el que la calidad política, el sentido de Estado y la altura de miras de Antonio Cánovas y Práxedes Mateo Sagasta dieron vida a otro bipartidismo turnante y moderador.

Nuestra cultura política, nuestros valores y principios políticos son maniqueos y guerracivilistas, y ya lo eran antes de la última guerra civil: es la cultura de las dos Españas. Por eso fueron tan apropiados y tuvieron tanto éxito el sistema político restauracionista y el de la Transición. Los pactos, los acuerdos y las renuncias que requiere el pluripartidismo que se ha instalado entre nosotros son ajenos a nuestra cultura y nuestra tradición. Y lo son hasta el punto de que si el fantasma de las terceras elecciones se hiciera realidad, la única forma de conjurar unas cuartas sería que populares y socialistas recuperaran su perdido apoyo electoral.

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