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Joseíto, el curandero de La Palma: “Curo por un don que Dios me dio”

Por sus manos han pasado miles de palmeros. Hoy, La Investigadora, reconoce su labor

Son las nueve de la mañana de un lunes y el teléfono de José Manuel Negrín (Santa Cruz de La Palma, 1941), Joseíto, echa chispas. Es raro el palmero que no ha pasado alguna vez en su vida por las manos de este “sanador”, como él mismo se define, para curarse un esguince de tobillo, un dolor muscular o el mal de ojo en su lugar de trabajo, repleto de imágenes religiosas, barcos a escala y multitud de recuerdos. Una personalidad respetada y querida en La Palma, que recibe hoy el Diploma de Honor de la Sociedad La Investigadora, que conmemora esta semana el 131 aniversario de su fundación.

Probablemente se trata del último de los curanderos que ejerce en La Palma y, ahora los fines de semana en Tenerife, cuya capacidad para curar asegura que “es un don que Dios me dio” , que viene desarrollando desde 1988, cuando, por “un instinto que vino a mi mente”, se dio cuenta de que podía ayudar a los enfermos.

El sanador palmero, Joseíto. | D. S.
El sanador palmero, Joseíto. | D. S.

Las raíces de Joseíto están en La Gomera, de donde vinieron sus padres para labrarse un futuro en la capital palmera. Su padre, en concreto, fue el segundo operario contratado en el muelle. Para conocer algo más sobre el origen de esta capacidad especial, en el año 1998 viajó a La Gomera en el 103 cumpleaños de su tía, a la que el pueblo de Agulo le dedicó una plaza por su labor como partera. “Allí me senté con ella y me dijo que el don que tenía procedía de tu abuelo y tu tío”, recuerda.

Joseíto no cobra y solo acepta la voluntad. La técnica que emplea es la del “dedo”. “Pongo la pomada y voy captando los tendones”, y así va reconociendo los tobillos, las rodillas, etc. También “los gemelos, que cuando están cargados hay que bajarlos. La corriente de aire en el omóplato, la tortícolis; el codo”. Pero el sanador también conoce sus límites, es más, recibe una señal para saber cuándo es necesario que el paciente acuda al médico. “Cuando hay una fractura o fisura, el dedo no me permite seguir porque me da un calambre, y lo mando al Hospital”, comenta.

Asegura que recibe una media de entre 60 o 70 personas diariamente. Sin duda, Joseíto ayuda a bajar las listas de espera en la sanidad pública con estos datos. En otra clase de enfermedades no se mete. Este don además le permite sanar el mal de ojo, que lo provoca “una fuerza de vista del ojo izquierdo”, con un rezado: “En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo. Así como fue formado el misterio de la Santísima Trinidad, así sea curado fulano de tal y rezo un Padre nuestro”. Sabe que se ha curado cuando no se traba al recitar la oración. Después la persona sanada debe darse un baño y cambiarse de ropa. Este remedio deja en mal estado el sanador, que “absorbe” ese supuesto mal.

El sanador palmero, Joseíto. | D. S.
El sanador palmero, Joseíto. | D. S.

Desde que en 1980 instaló su primer pluviómetro, Joseíto mantiene un registro anual del clima, colaborando con el Instituto Nacional de Meteorología. En su casa de Mirca tiene una estación con la que mide las distintas variables del clima. Eso le permitió, en 1999, advertir del temporal que terminó inundando la parte baja de la ciudad. “Vi que había 30 coches aparcados y fui a avisar a los vecinos. Once me hicieron caso y los salvaron, el resto me llamó loco e incluso me botaron por la escalera” .

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