Aritmética y estadística

En el cierre del año 2016, se señalan como avances científicos más significativos el descubrimiento de las ondas gravitacionales, el nuevo mapa de la corteza cerebral y la ampliación en cuatro nuevos elementos a la Tabla Periódica

En el cierre del año 2016, se señalan como avances científicos más significativos el descubrimiento de las ondas gravitacionales, el nuevo mapa de la corteza cerebral y la ampliación en cuatro nuevos elementos a la Tabla Periódica. Con ello nos situamos en un nuevo paradigma científico, que pone en cuestión los límites de las ciencias conocidas. El experimento Ligo confirmó la tesis avanzada hace un siglo por Einstein, en su teoría de la relatividad, sobre las ondas gravitacionales, producidas por la perturbación del espacio-tiempo, cuando colisionan cuerpos masivos, en este caso, dos agujeros negros. Se hace patente el descubrimiento de la masa y energía oscuras, que compone la mayor parte del universo. Cuya lectura seguimos haciendo en tres dimensiones y el tiempo, cuando algunos aventuran universos de hasta 13 dimensiones. Las nuevas tecnologías han podido profundizar en nuestra corteza cerebral, identificando hasta 180 regiones funcionales, de las cuales han podido mapear 97. Nuestro cerebro posee 100.000 millones de células, con 10.000 billones de conexiones, un desconocido universo en miniatura. También se expande el conocimiento descubriendo nuevos elementos. La Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (Iupad), reconoció el 26 de noviembre de 2016 los cuatro últimos elementos de la Tabla Periódica: Nihonio (113), Moscovio (115), Teneso (117) y Oganesón (118). Desconocidos en la naturaleza y con periodos de estabilidad que van desde los 20 segundos de vida media a milésimas de segundo para los tres últimos. Científicamente sostienen que la tabla transuránica podría llegar al elemento 175. Este avance trepidante de las ciencias, soportado en las nuevas tecnologías, ha desconfigurado el mundo de certezas que teníamos. De manera que hasta las ciencias experimentales han dejado de ser “aritméticas” para pasar a ser “estadísticas”.

Las certezas en estas vienen presididas por la “probabilidad y la volatilidad”, en este nuevo siglo donde las tecnologías mutan a velocidad de vértigo, y convierten en efímera la naturaleza de la realidad. En la Espiral de la Tecnocracia, Jürgen Habermas (1929) analiza la tecnocratización de la política, donde la moral es superflua y respecto de la cual posiciona la actual explosión “identitario populista”. En Europa la crisis de deuda estatal y bancaria se ha trasladado a la economía real, impulsada por la dinámica financiera, con una drástica desigualdad impulsada por políticos no representativos. Europa convertida en un museo que pierde población y decrece en peso político y económico. Positivo Habermas, aceptando el “universalismo ético” de raíz kantiana, cuando habla de “trasnacionalizar la democracia”, creando naciones para los ciudadanos y no para sus élites. El mundo cuelga de cuatro supranaciones, Estados Unidos, Unión Europea, China y Rusia, en pleno conflicto de globalización. Ya la tecnología salta todos los “muros” desconfigurando la banca, el trabajo, el vehículo, el comercio, las vacaciones, los impuestos, la administración, la defensa. En el nuevo juego global todo está por renegociar en las supranaciones, en las naciones y dentro de ellas, como en España, en las regiones. Las relaciones verticales han pasado a ser horizontales, donde el juego de todas exige más libertad y seguridad. Las relaciones “aritméticas” desaparecen, para ser sustituidas por relaciones “estadísticas”, presididas por la probabilidad y la volatilidad, esto es la posibilidad de que ocurra una cosa o su contraria al tiempo. Ya estamos en el futuro estadístico.

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